El año era 1928. Los Estados Unidos de América se encontraban en la cumbre de una era de prosperidad y abundancia que no parecía tener fin, la historia acabaría bautizando esta época como los “felices años 20”, tal vez por el contraste con la década que estaba por llegar.
A finales de los años 20, Nueva York era un hervidero financiero. Las grandes firmas automotrices americanas empezaban a consolidarse, la bolsa no paraba de subir y el pueblo estadounidense empezaba a entrar en la era del consumismo. Los avances tecnológicos permitieron la modernización de prácticamente todos los ámbitos de la vida cotidiana, desde los aparatos de radio, ahora pequeños y asequibles, hasta los automóviles de gran consumo, pasando por toda clase de electrodomésticos nunca antes imaginados.
Era la era del jazz, de las primeras películas a color y del art decó, un estilo arquitectónico y decorativo moderno, geométrico y que adaptaba los elementos más industriales para convertirlos en estilizadas y elegantes formas.
Pero volvamos a Nueva York y su pujanza económica. Durante el cambio de siglo, la ciudad vio surgir en la isla de Manhattan los primeros rascacielos, normalmente hoteles, que alcanzaban alturas impresionantes. Con el paso de los años y la mejora de la tecnología, los altísimos edificios estilo art nouveau de diez años atrás quedaban a la sombra de nuevos y flamantes rascacielos de formas más audaces y contemporáneas construidos por las hordas de inmigrantes que llegaban por los miles al puerto de la ciudad.
Todos estos cambios estaban respaldados por los grandes magnates de la época, que empujados por las inmensas ganancias que sus negocios les reportaban, competían por construir el edificio más alto, el más grande, el más bello y el más moderno.
Y en este juego encontramos a Walter P. Chrysler, fundador de las compañías automotrices Plymouth y Desoto Motor, que, aunque tenía suficiente trabajo ya con la adquisición de la Dodge Brothers y la fusión de las tres empresas en Chrysler Motors, decidió que además quería construir el edificio más alto del mundo.
El diseño del Chrysler Building sería ejecutado por William van Allen en el más puro estilo art decó. La torre sería una de las primeras en emplear el acero inoxidable en su estructura externa y además sería la más alta del mundo. Con un estilo optimista y que refleja a la perfección los felices años 20 o la “era del jazz”, su diseño, su esbeltez y su corona de acero rematada por una aguja lo han convertido en el rascacielos por excelencia.
La primera piedra fue colocada el 19 de septiembre de 1928 en la intersección de las calles 42 y Lexington Avenue.
Lo que William van Allen no sabía en ese momento es que una competición acababa de iniciarse.
Unas cuantas manzanas más abajo, en el distrito de Lower Manhattan, H. Craig Severance, un antiguo socio de van Allen había empezado la construcción de otro edificio con pretensiones de ser el más alto del mundo.
El Bank of Manhattan Trust Building, ahora conocido como Trump Tower, se construiría en el número 40 de Wall Street y tendría una altura de 68 plantas o 256 metros, un metro más alto que el Chrysler Building. Los planos fueron modificados sobre la marcha y el nuevo diseño aumentaba la altura hasta los 71 pisos y 282 metros. El rascacielos fue inaugurado en tiempo record en mayo de 1930.
Dada la naturaleza competitiva de ambos arquitectos, los secretos del proyecto eran celosamente guardados. Para el momento de la inauguración del Manhattan Trust, ambos rascacielos estaban casi empatados en altura, sin embargo, todo parecía indicar que el Chrysler Building perdería la batalla.
Pero W. Chrysler tenía un as bajo la manga, había mandado construir una aguja para coronar la torre y superar la altura de su edificio rival. Esta aguja había sido diseñada en el más estricto secreto y en un lugar apartado. Posteriormente se procedió al transporte, en cuatro partes, de las piezas para ensamblar en la cima del edificio.
El 23 de octubre de 1929, la parte baja de la aguja fue instalada en la planta 66 del Chrysler Building, las secciones siguientes fueron elevadas y encajadas en menos de 90 minutos, coronando con sus 282 metros la cima más alta de Manhattan y eclipsando cualquier otra construcción del planeta (incluyendo el Manhattan Trust Building por 36 metros).
La ceremonia de inauguración del Chrysler Building tendría lugar el 28 de mayo de 1930.
Lamentablemente el título de “edificio más alto del mundo” le duraría poco al Chrysler Building, en 1931 se inauguraría el Empire State Building con sus 381 metros.
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