Los terrenos de la ciudad habían sido ocupados por multitud de pueblos nómadas de origen celtíbero desde la prehistoria, pero sin establecer ningún centro reseñable. Fundada por los musulmanes, no fue hasta el siglo XVI que la ciudad cobró protagonismo. Esta es una breve historia de la ciudad de Madrid.
Orígenes de Madrid: Fundación y primeros siglos
La historia de Madrid comenzó a trazarse en la Edad Media, durante la dominación musulmana en la península ibérica. La fundación de Mayrit, el nombre original de Madrid, se sitúa en el siglo IX, bajo el emirato de Muhammad I (852-886), uno de los momentos clave del emirato omeya de Córdoba. Este emir ordenó la construcción de una fortaleza o “al-Mudayna” para proteger el paso hacia Toledo, importante enclave militar y político.
Mayrit heredó su nombre del término árabe “Mayra”, que significa ‘lugar abundante en agua‘, aludiendo a su ubicación privilegiada junto al río Manzanares y a sus numerosos arroyos y aguas subterráneas. Los árabes construyeron una serie de infraestructuras para aprovechar esta riqueza hídrica, incluyendo canales, acequias y baños que reforzaban su modo de vida.
El entorno defensivo del Madrid musulmán estaba configurado por una alcazaba que actuaba como núcleo fortificado y principal centro administrativo. Alrededor de esta se ubicaban viviendas, mezquitas, mercados y baños públicos. A lo largo del tiempo, la muralla fue reparada y ampliada para proteger a un número creciente de habitantes.
Este incipiente núcleo poblacional no solo funcionaba como baluarte defensivo; Mayrit también formaba parte de la red de señales que comunicaba la sierra con Toledo mediante fuegos encendidos desde torres vigía. Esta red servía como defensa y para alertar sobre invasiones cristianas o disturbios internos.
La conquista cristiana de Madrid
La conquista cristiana de Madrid es un episodio fundamental en la historia de España y de la península ibérica. Este acontecimiento se enmarca en el contexto de la Reconquista, una serie de campañas militares impulsadas por los reinos cristianos para recuperar el territorio perdido ante las invasiones musulmanas.
La ubicación estratégica de Mayrit a orillas del río Manzanares le otorgaba una ventaja natural en la defensa del territorio.
El primer intento de conquista cristiana de Madrid ocurrió en 931, liderado por Ramiro II de León, también conocido como “El Grande”. Sin embargo, fue apenas un avance temporal y no resultó en una ocupación duradera. No fue hasta mediados del siglo XI cuando los reyes cristianos comenzaron a consolidar sus campañas en el centro peninsular.
El evento crucial tuvo lugar en 1083, bajo el reinado del rey Alfonso VI de León y Castilla. Aprovechando las divisiones internas y debilidades del reino taifa de Toledo, Alfonso VI logró avanzar significativamente en su campaña militar. La toma definitiva de Madrid se inscribe dentro de su avanzada desde el norte hacia Toledo, que finalmente sería conquistada en 1085.
La estrategia utilizada por Alfonso VI combinó tanto la fuerza militar como la astucia política. Logró pactos con algunos líderes musulmanes locales descontentos con sus soberanos taifa y utilizó inteligencia detallada sobre las defensas de Madrid. Según crónicas medievales, una combinación de asedios y ataques directos facilitó la toma del alcázar (fortaleza). La ciudad cayó tras un breve enfrentamiento debido a su inferioridad defensiva ante el imponente ejército cristiano.
Tras su conquista, Madrid fue anexionada al reino de Castilla y comenzó a recibir población cristiana para consolidar su control. Se instauraron diversas reformas administrativas y eclesiásticas para integrar la ciudad dentro del orden cristiano-feudal como la fundación de iglesias y conventos. Este período, que abarca desde finales del siglo XI hasta mediados del siglo XVI, es crucial para entender la evolución de Madrid antes de convertirse en la capital de España.
Durante el reinado de Alfonso VI (1040-1109), Madrid fue entregada a la protección del Concejo de Villa y Tierra de Segovia. A partir de entonces, se implementaron políticas para repoblar y fortificar la ciudad. En 1123, Alfonso I concedió a Madrid su primer fuero, un conjunto de leyes que pretendía atraer a nuevos pobladores ofreciendo ventajas fiscales y judiciales.
Madrid comenzó a consolidarse como villa importante principalmente durante el reinado de Alfonso VII (1126-1157). La construcción de murallas adicionales bajo su mandato fortaleció aún más la ciudad frente a posibles ataques musulmanes, y la población comenzó a crecer de manera significativa. La Iglesia también tuvo un papel preponderante en este crecimiento, con la construcción de numerosas iglesias y monasterios.
En el siglo XIII, bajo el reinado de Fernando III (1217-1252) y posteriormente Alfonso X (1252-1284), Madrid continuó prosperando. Durante esta época se construyeron edificios importantes como el Alcázar Real y se mejoraron las infraestructuras urbanas con nuevas calles pavimentadas. También se establecieron las primeras cortes en Madrid en 1309 bajo Fernando IV, un evento que subrayó la importancia creciente de la ciudad.
Ya en el siglo XV, durante el reinado de Enrique III (1390-1406) y Juan II (1406-1454), Madrid se destaca como un centro militar y administrativo clave dentro del reino castellano.
La consolidación del poder real por parte de los Reyes Católicos llevó a la reorganización administrativa del territorio castellano. En 1480, las Cortes se reunieron en Madrid para tratar importantes asuntos políticos y administrativos. La elección de Madrid como sede para estas reuniones fue un indicador del creciente peso que la villa estaba adquiriendo en el reino.
El periodo también es testigo de importantes construcciones y reformas. En 1494, coincidiendo con el auge del Renacimiento, se ordenó la construcción del Monasterio de San Jerónimo el Real por mandato de los monarcas. Esta edificación se convirtió en una obra emblemática que marcaba el inicio del papel relevante que Madrid comenzaría a tener como centro religioso y político.
Políticamente, uno de los eventos más relevantes fue la visita recurrente que los reyes realizaron a Madrid. Se documenta que entre 1489 y 1491 Fernando e Isabel estuvieron varias veces presentes en la villa. Estas visitas eran tanto estratégicas como prácticas, consolidando presencia real y facilitando el control directo sobre Castilla central.
1561: Un antes y un después para Madrid
El año 1561 marcó un hito significativo en la historia de España cuando el rey Felipe II decidió establecer la capital permanente del reino en Madrid. Esta decisión no solo reformuló el mapa político y administrativo del país, sino que también tuvo profundos efectos económicos, sociales y culturales.
Antes de profundizar en las razones detrás de esta elección, es esencial comprender el contexto histórico en el cual se produjo. En el siglo XVI, España era una nación emergente con vastos territorios en Europa, América y Asia. Felipe II, quien ascendió al trono en 1556 tras la abdicación de su padre Carlos I (Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico), estaba determinado a consolidar su poder y administrar eficazmente sus dominios.
La elección de Madrid como capital no fue arbitraria. Ciudad castellana ubicada prácticamente en el centro geográfico de la península ibérica, Madrid ofrecía varias ventajas estratégicas. En primer lugar, su posición central facilitaba la comunicación y el control sobre todas las regiones del reino. En comparación con otras ciudades importantes como Toledo o Valladolid, Madrid no estaba tan bien desarrollada ni poseía fuertes instituciones locales que pudieran resistir o competir con la autoridad del monarca.
En términos demográficos, Madrid era una ciudad relativamente pequeña antes de convertirse en capital. Su población empezó a crecer rápidamente a partir de 1561 debido a la llegada de funcionarios reales, cortesanos y otros personajes ligados al gobierno. Este crecimiento poblacional transformó radicalmente la ciudad tanto en su estructura urbana como en su economía. Se construyeron nuevos edificios y servicios para acomodar a la creciente población y para satisfacer las necesidades administrativas.
Madrid: Capital de un Imperio
Madrid, al ser designada capital del Imperio Español en 1561 bajo el reinado de Felipe II, experimentó una serie de transformaciones urbanísticas significativas que cambiaron su fisonomía y estructura para siempre. Anteriormente, Madrid era una villa modesta, sin gran relevancia política ni económica. Sin embargo, la llegada de la corte real fue el catalizador para su crecimiento y sofisticación.
Durante el reinado de Felipe II, uno de los proyectos más significativos fue la construcción del Alcázar Real, que aunque se fundaba sobre una fortaleza anterior del siglo IX, adquirió nuevas dimensiones y esplendores bajo la dirección de arquitectos como Juan Bautista de Toledo. Este palacio no solo sirvió como residencia real sino también como un centro administrativo crucial del imperio.
El urbanismo madrileño experimentó un cambio drástico con la edificación de iglesias y conventos. La Plaza Mayor, una joya urbanística comenzada en 1617 bajo el rey Felipe III y diseñada por Juan Gómez de Mora, se consolidó como el corazón comercial y social de la ciudad. Sus proporciones perfectas y sus soportales proporcionaban un espacio ordenado para mercados, corridas de toros, procesiones religiosas y festividades que marcaban la vida social madrileña.
La expansión urbanística también incluyó importantes desarrollos infraestructurales como la construcción del acueducto de Amaniel en 1610 por iniciativa del propio Felipe III para abastecer a la creciente población con agua potable. Asimismo, se erigieron hospitales como el Hospital General de Madrid en 1603 bajo dirección del arquitecto Francisco Seseña para atender a los numerosos habitantes de la villa.
La economía madrileña también se benefició del auge demográfico; la población creció rápidamente, pasando de aproximadamente 60,000 habitantes a principios del siglo XVII a más de 100,000 al final del siglo. Este crecimiento atrajo no solo a trabajadores y comerciantes, sino también a artistas e intelectuales que buscaban hacerse un nombre en la capital del imperio.
Madrid se convirtió en el epicentro de la vida cultural durante este periodo. El Siglo de Oro español alcanzó su apogeo con figuras literarias como Lope de Vega, quien vivió y escribió muchas de sus obras en Madrid. Lope de Vega contribuyó enormemente al florecimiento del teatro español con sus innovadoras comedias barrocas. Otro ilustre residente fue Francisco de Quevedo, cuya sutil sátira reflejaba las tensiones sociales y políticas del tiempo.
El urbanismo madrileño evolucionó considerablemente con la construcción de nuevos barrios como el barrio de las Letras, nombrado así debido a su gran concentración de escritores y poetas. Además, se crearon diversas instituciones culturales como academias y archivos que consolidaron a Madrid como centro intelectual.
El Madrid Borbónico
El ascenso de la dinastía Borbón al trono español en el siglo XVIII marcó un período significativo de transformación para la ciudad de Madrid. Felipe V, el primer monarca borbónico, asumió el trono en 1700 tras la Guerra de Sucesión Española, que duró hasta 1714. Esta guerra no solo definió el futuro dinástico de España.
Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia, trajo consigo influencias francesas que marcarían el futuro de la ciudad y del país. Uno de los primeros cambios significativos fue la centralización del poder real en Madrid y la modernización administrativa.
Sin duda, una de las figuras clave en esta época fue el marqués de Esquilache, Leopoldo de Gregorio. Bajo su dirección, se emprendieron mejoras urbanas significativas, como el ensanchamiento y pavimentación de calles, así como el alumbrado público. Además, Esquilache intentó regular la vestimenta para mejorar la seguridad urbana, aunque esto llevaría al Motín de Esquilache en 1766.
Carlos III, quien reinó desde 1759 hasta 1788, es considerado “el mejor alcalde de Madrid”. Su reinado estuvo marcado por un ambicioso programa de obras públicas que transformaron la ciudad. Entre sus proyectos más destacados están la Puerta de Alcalá (1778), diseñada por Francisco Sabatini, y el Jardín Botánico (1774), establecido por orden del propio Carlos III para promover el estudio de las ciencias naturales.
La fundación del Museo del Prado en 1819 también tuvo sus raíces en esta época borbónica. Inicialmente propuesto por Carlos III y posteriormente desarrollado por sus sucesores, el museo se convirtió en una institución fundamental para la promoción del arte y la cultura.
Durante el siglo XVIII, Madrid no solo se consolidó como centro político sino también como un núcleo comercial e industrial creciente. La Casa Real incentivó la manufactura y artesanía locales. Por ejemplo, la Real Fábrica de Tapices fundada en 1720 por Felipe V y revitalizada bajo Carlos III jugó un papel crucial en este desarrollo.
Guerras Napoleónicas y el Dos de Mayo
Durante las Guerras Napoleónicas, Madrid fue escenario de uno de los episodios más relevantes y dramáticos de su historia: el levantamiento del Dos de Mayo de 1808. La ciudad se convirtió en un símbolo de resistencia y patriotismo contra la dominación extranjera, marcando el inicio de la Guerra de Independencia española.
El contexto europeo a finales del siglo XVIII y principios del XIX estaba profundamente influenciado por las Guerras Napoleónicas, en las que Francia, bajo el mando de Napoleón Bonaparte, buscaba expandir su influencia por todo el continente. En 1807, Carlos IV, rey de España, y su Primer Ministro, Manuel Godoy, firmaron el Tratado de Fontainebleau con Francia. Este tratado permitía a las tropas francesas atravesar España para invadir Portugal. Sin embargo, aprovechando la presencia militar en territorio español, Napoleón orquestó una serie de maniobras que culminaron en la ocupación total del país.
A principios de 1808, la familia real española fue obligada a renunciar al trono bajo presión francesa. Carlos IV abdicó en favor de su hijo Fernando VII, pero Napoleón no respetó esta transferencia y convocó a ambos a Bayona (Francia), donde Fernando también fue forzado a abdicar. En su lugar, Napoleón instaló a su hermano José Bonaparte como nuevo rey de España.
El dos de mayo de 1808 se desató una revuelta popular en Madrid. La chispa que encendió el alzamiento fue el intento francés de trasladar al infante Francisco de Paula desde el Palacio Real hacia Bayona, lo que fue interpretado como un secuestro por los madrileños. Una multitud enfurecida comenzó a reunirse en la Puerta del Sol y otros puntos clave de la ciudad para resistir la ocupación francesa.
Los enfrentamientos fueron intensos y mortales. El parque de artillería de Monteleón se convirtió en uno de los epicentros del levantamiento debido a la heroica defensa liderada por los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde.
Madrid en el siglo XIX
El siglo XIX representa un período de grandes transformaciones para Madrid, tanto en términos sociales como económicos y urbanísticos. La Guerra de la Independencia (1808-1814) marcó el inicio del siglo con un conflicto que causó importantes daños en la ciudad y una considerable merma en su población. El declive del Imperio español y sus colonias, junto con el inicio de una nueva era marcada por la industrialización y el surgimiento del liberalismo, llevaron a la ciudad a transformarse en varios aspectos.
La primera mitad del siglo fue testigo de varias sublevaciones y pronunciamientos militares que afectaron significativamente a la ciudad. En 1833, con la muerte de Fernando VII y el inicio de la regencia de María Cristina, Madrid se convirtió en el epicentro de las Guerras Carlistas, conflictos civiles motivados por disputas sobre la sucesión al trono.
Con el triunfo del liberalismo se inició una serie de reformas socio-urbanísticas. El reinado de Isabel II (1833-1868) fue un periodo crucial para esta transformación urbana. Se llevaron a cabo obras públicas a gran escala como la construcción del Canal de Isabel II (inaugurado en 1858), destinado a garantizar el suministro de agua potable a la creciente población madrileña. Este proyecto es uno de los hitos más importantes en la ingeniería civil española del siglo XIX.
Durante este tiempo también se produjo un importante desarrollo cultural y educativo. En 1836 se reabrieron las universidades que habían sido cerradas durante la invasión napoleónica. La creación del Ateneo de Madrid y la fundación del Liceo Artístico y Literario fueron símbolos del renacido espíritu intelectual y artístico.
El ensanche urbanístico planeado bajo supervisión del Plan Castro en 1860 representó un momento crucial para Madrid. Redactado por Carlos María de Castro, este plan contemplaba una expansión ordenada para conectar el casco histórico con nuevos barrios, mejorando así las infraestructuras y fomentando una distribución más racional del espacio urbano.
Siglo XX en Madrid: Pesimismo, optimismo y II República
Tras la humillante pérdida de las últimas colonias españolas en 1898 —Cuba y Filipinas—, el país entró en una fase que combinó tanto momentos de optimismo como de tensión significativa, evolucionando finalmente hacia el conflicto de la Guerra Civil.
Con la derrota en 1898, conocida como el “Desastre del 98”, España sufrió un golpe profundo a su orgullo nacional y a su posición geopolítica. Esta pérdida generó una crisis económica y moral que impactó especialmente a Madrid, entonces y ahora la capital del país. Sin embargo, a principios del siglo XX, Madrid también vivió un período de optimismo marcado por diversas iniciativas modernizadoras.
Entre las transformaciones urbanísticas más notables está la construcción de la Gran Vía. La idea para esta monumental avenida surgió ya en el siglo XIX, pero fue aprobada por el Consejo Municipal de Madrid en 1905. El proyecto siguió adelante con múltiples fases de construcción; la primera piedra se colocó el 4 de abril de 1910 bajo el reinado de Alfonso XIII. La Gran Vía pretendía ser una suerte de escaparate urbano a medio camino entre los bulevares parisinos y el Broadway neoyorkino, conectando diferentes partes cruciales del centro madrileño y facilitando el tránsito peatonal y vehicular.
El proyecto no fue solo una obra arquitectónica; también tuvo implicaciones sociales y culturales significativas. Atrajo a los principales bancos, hoteles y teatros de la época, estableciendo a Madrid como un importante centro cultural y financiero. Esta avenida se convertiría progresivamente en un símbolo del nuevo siglo XX español, repleto de esperanza e inversión cultural.
Mientras tanto, otras intervenciones urbanísticas también dejaron su huella en Madrid. Por ejemplo, se realizaron mejoras significativas en el sistema de alcantarillado público y se inauguraron diversos mercados municipales destinados a mejorar las condiciones higiénicas y comerciales del núcleo urbano.
Madrid Republicano
El 14 de abril de 1931, Madrid se convertía en el epicentro de un momento histórico crucial: la proclamación de la II República Española. Este acontecimiento marcó el comienzo de un periodo lleno de esperanza y optimismo para muchos ciudadanos. La abdicación del rey Alfonso XIII fue precipitada por las elecciones municipales del 12 de abril del mismo año, en las que los partidos republicanos obtuvieron una victoria significativa en las principales ciudades del país. Entre los líderes destacados de este nuevo régimen se encontraban Niceto Alcalá-Zamora, quien fue nombrado presidente de la República, y Manuel Azaña, una figura prominente que posteriormente ocuparía el cargo de Primer Ministro.
El ambiente en Madrid durante los primeros años de la República estaba cargado de expectativas. Se llevaron a cabo importantes reformas sociales y políticas, incluyendo la separación de la Iglesia y el Estado, reformas agrarias y educativas, y el reconocimiento del derecho al voto para las mujeres en 1931. No obstante, este optimismo inicial pronto se vio empañado por profundas divisiones internas.
La situación económica se deterioraba rápidamente debido a la Gran Depresión mundial, lo que exacerbaba las tensiones sociales. Las discrepancias entre diferentes facciones políticas empezaron a acrecentarse. La polarización entre la izquierda y la derecha dio lugar a episodios violentos que culminaron en 1936 con el asesinato del líder conservador José Calvo Sotelo. Este evento precipitó una sublevación militar liderada por Francisco Franco el 17 de julio de 1936.
Madrid y la Guerra Civil Española
Madrid se transformó en un campo de batalla principal durante la Guerra Civil Española (1936-1939). La ciudad resistió heroicamente durante tres años bajo asedio constante, enfrentando bombardeos y escasez extrema. Finalmente, en marzo de 1939, Madrid cayó ante las fuerzas franquistas, dando paso a casi cuatro décadas de dictadura.
La proclamación de la II República había comenzado como un proyecto lleno de esperanza y modernidad. Sin embargo, los conflictos internos y externos condujeron trágicamente a uno de los periodos más oscuros y violentos de la historia reciente española.
El Madrid Franquista
La historia de Madrid durante el período franquista comienza con la entrada de las tropas sublevadas en la ciudad el 28 de marzo de 1939, poniendo fin a la Guerra Civil Española. El general Francisco Franco estableció un régimen autoritario que se prolongó hasta su muerte en 1975. Madrid, siendo la capital, fue un centro crucial de poder y de represión política.
Durante las primeras décadas del franquismo, Madrid experimentó una serie de cambios significativos. En 1944, se creó el Plan General de Ordenación Urbana, que buscaba reestructurar la ciudad para adaptarse a los ideales del régimen. Este plan incluyó la ampliación del Paseo de la Castellana y la construcción de nuevos barrios como el Barrio del Pilar.
La posguerra estuvo marcada por la escasez económica y duras condiciones sociales. Sin embargo, a partir de los años 50, España recibió ayuda económica de Estados Unidos. Este apoyo resultó en un cierto desarrollo económico y Madrid comenzó a transformarse con nuevos edificios emblemáticos como el Edificio España (1953) y la Torre de Madrid (1957).
En los años 60, Madrid vivió una modernización acelerada con el desarrollo del transporte público, incluyendo la expansión del metro y la construcción del aeropuerto internacional de Barajas. La universidad también experimentó cambios con un aumento significativo en el número de estudiantes matriculados.
El fin del franquismo comenzó a vislumbrarse con los problemas económicos y sociales que se intensificaron durante los últimos años del dictador. Tras su fallecimiento el 20 de noviembre de 1975, se inició una transición hacia la democracia.
Madrid Hoy
Juan Carlos I, quien fue nombrado sucesor por Franco en 1969, asumió la jefatura del Estado y rápidamente puso en marcha reformas para desmantelar el régimen autoritario y conducir al país hacia un sistema democrático.
Uno de los hitos clave en este proceso fue la Ley para la Reforma Política aprobada en referéndum el 15 de diciembre de 1976, que permitió la legalización de partidos políticos y la convocatoria de elecciones democráticas. El 15 de junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones generales libres desde la Segunda República, y Adolfo Suárez, líder del partido Unión de Centro Democrático (UCD), se convirtió en el primer presidente del gobierno de la nueva era democrática.
El siguiente paso fundamental fue la redacción y aprobación de la Constitución Española de 1978, ratificada por referéndum el 6 de diciembre. Esta constitución confirmó a Madrid como capital del país y sede del gobierno, reforzando su papel central en la política española. Además, estableció las bases para un Estado descentralizado con autonomías regionales.
Durante los años ochenta, Madrid experimentó una transformación significativa bajo los gobiernos socialistas liderados por Felipe González (1982-1996). La ciudad consolidó su papel como centro financiero y cultural, modernizando su infraestructura y ampliando su red de transporte público. La entrada de España en la Comunidad Económica Europea en 1986 también impulsó una notable transformación económica.
En las décadas siguientes, Madrid siguió creciendo y adaptándose a los desafíos contemporáneos. Bajo gobiernos tanto del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) como del Partido Popular (PP), se promovieron importantes proyectos urbanos, como la construcción de nuevas vías rápidas y zonas residenciales.
Actualmente, Madrid es una metrópoli vibrante conocida por su rica historia cultural y política. Sigue siendo un poderoso símbolo de España moderna: arraigada en sus tradiciones pero mirando hacia un futuro inclusivo y globalizado.
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