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Un día de invierno en París

Moulin Rouge
Moulin Rouge
Panorámica de París
Panorámica de

Hay ciudades que invitan a ser visitadas en invierno, París por ejemplo.

Viajar a París en invierno es, a pesar del frío, una fiesta para los sentidos. Luces, sonidos y aromas se mezclan de una forma muy especial y traen consigo reminiscencias del pasado, de las escenas cotidianas de los pintores de época impresionista.

Después de un vuelo madrugador de Vueling, de esos que dan una pereza tremenda, pero que luego agradeces tener el día entero para disfrutar en destino, llego al centro de París. El cielo está cubierto con un manto blanco y en la distancia veo cómo la torre Eiffel. La misma torre Eiffel que en mis visitas otoñales posaba juguetona al atardecer, ahora escondía su cúspide en la niebla que tapaba el cielo parisino.

Torre Eiffel en la niebla
Torre Eiffel en la niebla

Caminando desde el metro llegué a la rue Quincampoix, una tranquila calle del barrio de Le Marais donde se encontraba mi apartamento de GowithOh. Tras un discreto portón se escondía un patio de un edificio clásico del siglo XVII.

El apartamento era bastante más de lo que esperaba. No era excesivamente grande, pero tenía absolutamente todas las cosas que podría necesitar en París, una cama amplia, una televisión de pantalla plana, y una cocina totalmente equipada. Recuerdo pensar que el contar con un horno me iba a ahorrar mucho dinero en comida en París, que no es precisamente conocida por sus precios bajos.

Apartamento GowithOh París
Apartamento GowithOh París

Por encima de todas las cosas, el piso tenía calefacción, wifi y una ducha caliente que sólo podría calificar como gloriosa después de estar todo el día soportando las gélidas temperaturas de París en invierno.

Después de dejar las cosas y ponerme cómodo, me dispongo a salir y aprovechar el día.

Afortunadamente, el apartamento estaba a escasos metros del Centre George-Pompidou, uno de los grandes museos parisinos que no había visitado aún, pese a haber estado en la ciudad en cuatro ocasiones.

A medida que me acercaba al inmenso edificio, pude ver más claro el por qué del alboroto que su diseño provocó en los años 70. Semejante mole rodeada de tubos y amasijos de metal se parece más a un motor gigante que a un museo. Teniendo en cuenta que para construirlo se tuvo que demoler un mercado alojado en un palacio de cristal decimonónico, la polémica está más que justificada.

Centro de Arte George Pompidou
Centro de Arte George Pompidou

Decidí comenzar por la parte más alta del museo. Una inmensa sucesión de escaleras y rampas envueltas por tubos de metacrilato recorre su exterior hasta la terraza, por un momento me siento como un hamster en una de esas jaulas modernas que venden en las tiendas de mascotas.

Las vistas de París desde la cima del Pompidou son espléndidas, la Torre Eiffel, que antes jugaba al escondite con la niebla, ahora se muestra orgullosa frente a un telón blanco que resalta también las doradas estatuas de la Ópera y la silueta al fondo del Sacre Coeur.

El interior del Pompidou acoge una de las colecciones de arte moderno más importantes del mundo, junto con la del neoyorquino MoMA y la Tate de Londres. Warhol, Picasso, Mondrian, Brancussi, Miró, Bacon, Dalí se suceden en las varias plantas del centro. Como cualquier ser humano en mi situación, tras una hora de intensa observación del mejor arte de los últimos cien años, necesitaba desconectar, comenzaba a padecer los primeros síntomas del síndrome de Stendhal.

Surrealistas y Miró en el Pompidou
Surrealistas y Miró en el Pompidou

Esa mañana había desayunado poco, un croissant, un café con leche a precio de oro en el aeropuerto de El Prat y poco más. Mis tripas empezaban a rugir de hambre y de sobredosis artística. Era hora de buscar gasolina para continuar mi viaje.

Creo que alguna vez he comentado que soy un auténtico adicto a la comida india. Por este motivo decido dirigirme al barrio con la mejor comida hindú del continente (sin menospreciar obviamente la de Brick Lane). Hablo de la zona de la Gare du Nord, que es uno de los asentamientos indios más importantes de y cuyas calles se encuentran repletas de restaurantes y tiendas hindúes, toda una petite India.

Escaparate indio cerca Gare du Nord París
Escaparate indio cerca Gare du Nord París

Para mi comida elijo un restaurante de especialidades de Sri Lanka, país que comparte muchos rasgos culinarios con su vecino del norte, tanto en la variedad de platos, como en la omnipresencia del picante. Tras un atracón de curry y samosas, bajo la comida con un café esrilanqués, que es como una especie de café americano aromatizado con jengibre y especias.

Comida india en París
Comida india en París

Me dirijo a continuación al Boulevard de Clichy, popular por sus cabarets, entre ellos el mítico Moulin Rouge, la estrella de Pigalle, el distrito rojo parisino. Este famoso teatro fue inaugurado en 1889 por el empresario barcelonés Josep Oller y fue uno de los núcleos inspiradores de la Belle Epoque parisina, en él nació el cancán y son famosas las escenas de los pintores que lo frecuentaban como Toulouse-Lautrec.

Ya estaba anocheciendo y quería captar el teatro de variedades en su máximo esplendor. Había luna llena y el frío arreciaba, pero las luces y los neones hacían que el boulevard pareciese sumergido en una eterna Navidad. Castañeros y paseantes, turistas y curiosos se agolpaban a las puertas a coger una entrada para el show de esa noche o sencillamente para hacerse una foto. Yo me quedo con la foto.

Moulin Rouge
Moulin Rouge

Cuando me cansé de hacer el turista, decidí acabar el día en el barrio judío de París, cuyo eje central es la Rue des Rosiers, en el corazón de Le Marais.

El barrio de Le Marais (“La Marisma”) se ha convertido hoy en el barrio más cosmopolita de la Ciudad de la Luz. Situado entre la rue de Temple y el boulevard Beaumarchais con el Sena al sur, fue desde el siglo XIII el lugar elegido por lo judíos para establecerse en la ciudad.

La bulliciosa calle peatonal es actualmente el centro del denominado Pletzl, o “pequeño lugar” en yiddish y está repleta de establecimientos de comida kosher (alimentos permitidos por la religión judía) donde es posible degustar especialidades dulces y saladas en establecimientos como La Boutique Jaune o los numerosos restaurantes de falafel.

Rue des Rosiers París
Rue des Rosiers París

Así, con humus y falafel entre pecho y espalda (y un pastel seco de almendras del que no quiero hablar), el frío puede finalmente conmigo y decido volver a mi confortable apartamento a escasos diez minutos de allí. La mañana siguiente tocaba un recorrido por los traperos y anticuarios de Le marché aux puces (mercado de las pulgas) en Saint-Ouen y un paseo por el museo de Orsay, otra gran pinacoteca parisina a la que le debía una visita.


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Soy Luis Cicerone, creador de xixerone.com y viajero incansable. Mis pasiones, además de recorrer el mundo, incluyen los gatos, la comida, las series y la arquitectura.