Acabo de volver de un fin de semana en Lloret de Mar, Girona.
No, no he muerto y vuelto a reencarnar en la forma de un inglés de clase baja con ganas de fiesta.
Era un jueves normal, de esos en los que estás en la oficina y te preguntas qué podrías hacer el fin de semana para escapar del aburrimiento. Después de mucho meditar (unos 6 minutos y medio), decidí hacer lo normal, buscar hoteles baratos en la Costa Brava y quedarme el fin de semana donde me saliera más tirado.
El ganador por goleada fue Lloret, y he tenido un finde digno de reseña.
Llegué a Lloret en autobús desde Barcelona, ya que era la opción más cómoda. El billete cuesta 10,70 euros el trayecto y el bus tarda más o menos una hora en llegar desde la Estación del Norte de Barcelona.
Día 1 – Oda a la vulgaridad
Nada más arribar, no pude evitar maravillarme por la ordinariez y falta de gusto que rezumaba el sitio.
– ¡Dios mío!, es tal y como me lo habían contado – Creo que estas palabras salieron literalmente de mi boca, aunque no puedo estar seguro, iba solo y con la noche que vino después, poco recuerdo igualmente de todo el finde.
Lloret es todo lo que esperas y más. La zona de la estación de autobuses está compuesta por una sucesión de hoteles horrendos, construidos en los años 70 y que de alguna forma intentan reflejar el estilo del sur de la Florida, como una especie de distrito art decó de Miami venido a menos, a mucho menos.
Fui a mi hotel para hacer el check-in, ducharme y explorar un poco la ciudad. Nada más llegar a la recepción me encontré con un grupo de unos 60-70 adolescentes alemanes (juro solemnemente que no exagero) sentados en el área de descanso.
– Esta noche no duermo – Esto creo que no lo dije en voz alta, pero lo tenía claro como el agua.
Después de refrescarme y salir del hotel y como el tiempo no acompañaba lo suficiente para bajar a la playa, me dirigí al centro antiguo de Lloret de Mar.
En las calles peatonalizadas del centro abundan los locales típicos de cualquier ciudad turística, tiendas de ropa, de complementos de playa, de souvenirs horteras, gafas, gorros, etc.
El local que sin duda me llamó más la atención fue uno de tatuajes que exponía en varias fotos en su puerta sus últimas obras, algunas de las cuales incluían errores ortográficos en inglés o tramp-stamps con frases tan sugerentes como “Exit only” (en la parte baja de la espalda con una flecha hacia abajo) o “Property of Karlo” (en el bajo abdomen de una chica).
Contuve como pude mis ganas de tatuarme un Bob Esponja y proseguí la marcha.
El centro de Lloret no es muy diferente al de otros pueblos turísticos de la costa catalana, con fincas bajas con balcones, la mayoría construidas en los 70-80 y la ocasional casa de principios del siglo XX.
Era la 1pm y los restaurantes de la zona empezaban a apostar a sus camareros en la puerta para que intentasen convencer a los turistas que por ahí pasaban. Al verme con la cámara, intentaban seducirme contándome las bondades de sus locales en inglés, francés e italiano. Ni uno sólo se dirigió a mí en castellano, ni siquiera cuando contestaba con un “no gracias, aún no tengo hambre”.
Por la zona encontré un par de grupos de despedidas de solteros empezando la juerga temprano. Nótese que en el caso de la fotografía más abajo él lleva un sombrero con tetas y ella un casco con forma de pene (glamour total).
Una vez pasada la zona de restaurantes me encontré de frente con uno de los atractivos turísticos más importantes de Lloret centro, la sangría su iglesia de Sant Romà. Una colorida joya modernista que cubre un templo gótico de 1509.
Lamentablemente la iglesia se encontraba cerrada en el momento de mi visita por lo que no pude acceder a su interior.
Después de una media hora y de haber sido casi abducido por una camarera que me hablaba en francés y literalmente me cogió por los hombros para obligarme a entrar en su garito, decidí que era hora de comer (no en ese local por supuesto).
El lugar elegido fue un restaurante escondido en una calle algo apartada de la zona turística llamado “La Fusta”. Un lugar ideal con una comida fantástica y asequible a la que le dedicaré un post entero en los próximos días.
Acabé mi comida y puse dirección a la Oficina de Turismo, para que me contasen lo que había para ver en esa ciudad. Es cierto, no mencioné que antes de partir no hice ningún tipo de investigación sobre Lloret, ¡aventura!
En fin, la Oficina de Información Turística, que se encuentra en la sede del Museu Marítim, estaba cerrada hasta las 4pm y justo empezaba a llover, por lo que decidí replegarme y subir al hotel un rato.
Estuve viendo la televisión e intentando echar una siesta el resto de la tarde. Digo “intentando” porque los adolescentes alemanes no paraban de correr por el pasillo, gritar, reírse, gastarse bromas entre ellos y en fin, ser adolescentes.
– Verdammte Scheiße! – Esto es lo que hubiera dicho si supiera pronunciarlo.
A partir de las 10pm (no había parado de llover toda la tarde) empecé a oír, además de los berridos de los Hans hormonales, música muy alta que parecía provenir de recepción. El repertorio empezó con joyas de Carlos Baute o el sempiterno Sarandonga.
Decidí bajar, en parte atraído por la exuberancia de la música, en parte porque ya me rugía de nuevo el estómago y me encontré una escena que aún hoy me estremece al recordarla:
Después de unos 20 minutos, embelesado como estaba me dirigí al kebab más próximo para calmar mi tripa y prepararla para salir esa noche. Después de todo, estaba en Lloret, ¿por qué no vivir la ciudad como si fuese un guiri más?
Día 2 – El descubrimiento de que no todo es lo que parece
El segundo día transcurrió marcado por el buen tiempo. A pesar de las múltiples cervezas de doble malta de la noche anterior, la cabeza no me dolía demasiado y aún conservaba todas mis extremidades.
Dejé el hotel a las 11 y marché hacia la playa, con el fin de pasear un rato por el paseo marítimo y entrar en la Oficina de Turismo.
El paseo por junto a la playa fue bonito y energizante. Recuerdo pensar en ese momento que era la primera vez en muchas semanas que el sol me tocaba la cara y que el invierno ha sido cruel este año.
Cuando iba en dirección al Museo Marítimo, vi un letrero que me llamó mucho la atención, “Museo del Gato” ponía. Esto tengo que verlo.
Me acerqué a la puerta y al no ver a nadie subí las escaleras sin saber que se cobraba entrada. Me dio tiempo a echar un par de fotos hasta que una rusa muy malhumorada salió chillando y diciendo que no podía hacer fotos y que la entrada eran 3 euros.
Aquí está una de las fotos que hice. La calidad del museo destaca a la vista (por algo no dejan hacer fotos).
A lo mejor si la encargada hubiese sido educada, hubiese pagado y disfrutado de este frikimuseo.
Por fin llegué a la Oficina de Turismo. La chica que me atendió era fantástica y eficiente. Después de preguntarle qué había para ver en Lloret, me miró de arriba abajo y me dijo:
– A ti lo que te va a gustar más son los jardines y el cementerio.
Entonces me marcó en el mapa los jardines de Santa Clotilde y el cementerio modernista junto a un par de cosas más.
Todas las atracciones verdaderamente bonitas de Lloret están en la otra parte del pueblo, en la zona alrededor de la Platja de Fenals, la más alejada del casco antiguo.
Procedí a seguir el camino que marcaba el mapa, por la costa y siguiendo un serpenteante ascenso cuya primera parada es el Monumento a la Mujer Marinera, desde donde las vistas al Mediterráneo son especialmente bonitas.
Tras unos quince minutos de ascenso llegué al castillo de Sant Joan, del que solo queda una torre a modo de mirador panorámico del pueblo y el mar. Por cierto, este es el verdadero castillo de Lloret de Mar, el típico que aparece en las postales al final de la Platja de Lloret es una casa privada construida en los años 40 que poco tiene de medieval.
Desde este emplazamiento emprendí mi descenso hacia el cementerio modernista, ubicado junto a la carretera de Blanes y que tiene verdaderas joyas del arte funerario de autores tan célebres como Puig i Cafaldach. A este curioso lugar también le dedicaré un post en el futuro cercano.
Por último visité los Jardins de Santa Clotilde. Tuve que caminar media hora, y sabiendo ahora lo que me espera, caminaría media más y las que hagan falta.
Pocas atracciones turísticas me han impresionado tanto como estos jardines de estilo neo-renacentista (o novecentista) ubicados en el extremo sur de Lloret.
Diseñados en un entorno espectacular, en la cima de un acantilado, estos jardines gozan de una delicadeza y una sobriedad que los hace mágicos.
Al igual que los jardines románticos, como el de Horta de Barcelona o El Capricho de Madrid, los jardines de Santa Clotilde incluyen bustos de estilo romano y alegorías del mundo clásico. Sin embargo, su principal diferencia es la ausencia de espacios teatrales forzados.
En Santa Clotilde las escenas son dramáticas por sí solas, por su ubicación, su belleza y su paz. No hacen falta cabañas ni canales que cuenten historias.
Los jardines fueron diseñados a principios del siglo XX por el paisajista Nicolau Rubió i Tuduri en un estilo puramente italiano. En esta época de surgimiento de una nueva burguesía industrial, la clase dominante se identificaba con los grandes mecenas de las artes del Renacimiento Florentino y este jardín es una pequeña muestra que nos lleva a esa época de re-renacimiento.
Me marché de Lloret con sentimientos encontrados sobre este lugar. Después de todo, ¿Cómo puede una ciudad con encantos como los que descubrí en mi segundo día seguir fomentando el turismo de borrachera?
Te he descubierto hace media hora y estoy enganchadisimo a tus post¡ A mi tb me encanta viajar solo y aunque no llevo mucho tiempo haciendolo pienso seguir descubriendo ciudades desde ese maravilloso prisma que es la soledad.
En Lloret, justo tambien en el Astoria Park, estuve hace unos años con mi pareja, usabamos Lloret como “ciudad dormitorio” y a las mañanas siguientes pillabamos el coche y nos ibamos a descubrir los verdaderos pueblos con encanto que hay por la zona. Me he reido muchisimo con el video del Coyote Dax jajajaja :)
Muy interesante el post.
En cuanto a lo que comentas sobre el fomento del turismo de baja calidad en zonas como Lloret, me imagino que también tiene que haber sitios donde se fomente este tipo de turismo (me refiero a la cantidad ingente de jóvenes europeos que vienen a hacer “deporte”) porque al fin y al cabo es rentable para esas ciudades, hosteleros, hoteles, comercio, etc.
Puede que para las gentes de esa zona sea una contradicción…
Un saludo.
Muy interesante como lo has explicado! ;) Nos has despertado la curiosidad por conocer un sitio en el que no pensabamos ir ni gratis ;)
Gracias Joaquín. Lo que empezó como una visita cínica e irónica al Chonilandia acabó convirtiéndose en más- Yo también estoy maravillado :)
Pese a ser el paraíso de lo chusco y del turismo de baja calidad, en este post hemos descubierto que no todo son chonis y discotecas en Lloret de Mar. Nos han encantado los jardines de Santa Clotilde!
Gracias por el comentario!
La verdad es que yo también me sorprendí mucho :)
Un saludo