Londres es definitivamente una de mis ciudades favoritas, no sólo porque viví allí por un tiempo y tengo muy buenos recuerdos de esa época, sino además porque es mi idea de ciudad perfecta puesta en práctica: tiene una vida cultural sin rival, es cosmopolita, vibrante, inmensa, caótica y absorbente; tiene suficientes atracciones turísticas, edificios emblemáticos y zonas por descubrir para llenar un itinerario de semanas sin repetir.
Precisamente por esa inmensidad y por la ausencia de tiempo es por lo que soy absolutamente fan del London Eye. Sí, hay que pagar por subir y no es precisamente barato, pero creo que es una de las pocas atracciones turísticas de la capital británica que vale la pena (teniendo en cuenta que los museos son gratuitos).
Lo bueno es que además puedes combinar el paseo con un crucero por el Támesis en el que te explican (en inglés) la historia de los edificios de ambas orillas.
La noria del London Eye mide 135 metros de altura y cada vuelta dura aproximadamente 30 minutos. En un día despejado la vista llega a un radio de 40 kilómetros, es decir, pueden verse lugares tan distantes como el aeropuerto de Gatwick o el castillo de Windsor.
Y obviamente, las vistas sobre la ciudad de Londres son inmejorables; cada detalle, cada edificio, cada barrio expuesto como si de una maqueta gigante se tratara.
Probablemente en mi octava visita a la ciudad le haré mi tercera visita al London Eye.
Me lo apunto, que dentro de un mes iré a Londres y ya estoy recopilando información para mi viajecito.Saludos