La siguiente historia transcurre en el Edimburgo victoriano.
Bobby era el nombre del perro de John Gray, que trabajaba para la policía de Edimburgo como vigilante de noche, y los dos fueron inseparables durante aproximadamente dos años. El 15 de febrero de 1858, Gray murió de tuberculosis.
Lo enterraron en Greyfriars Kirkyard, el cementerio alrededor de Greyfriars Kirk en el casco antiguo de Edimburgo. Dicen que Bobby, que sobrevivió a su dueño 14 años, se pasó el resto de su vida sentado sobre la tumba de su amo.
Otra versión (más verosímil) explica que pasaba mucho tiempo en la tumba de Gray, pero que la abandonaba regularmente para ir a comer a un restaurante situado junto al lado cementerio, y que podría haber pasado los crudos inviernos edimburgueses en casas vecinas al cementerio.
Bobby murió en 1872 a los 16 años. Al no ser posible que se le enterrase en el mismo cementerio, considerado campo sacro (y por ende solo apto para la inhumación de restos humanos), Bobby fue sepultado en la puerta de Greyfriars Kirkyard, no muy lejos de la tumba de su dueño, John Gray.
Un año después, una burguesa local, levantó una estatua y fuente en el extremo sur de la calle George IV Bridge en su honor. Muy apropiadamente, la fuente contaba con un plato inferior para perros.
Hoy en día, una pequeña estatua de Bobby de Greyfriars alza frente al Bobbys Bar, situado cerca de Greyfriars Kirkyard. La estatua originalmente estaba encarada hacia la tumba, pero se volvió. Presuntamente el cambio se debe a un antiguo propietario del bar que pretendía que el establecimiento apareciera al fondo de las numerosas fotografías que se hacen cada año.
The Dog Aid Society of Scotland (Asociación Escocesa en Defensa de los Perros) levantó un monumento de granito verde a la tumba de Bobby, inaugurado por el Duque de Gloucester el 13 de mayo de 1981. En la inscripción se puede leer: “Bobby de Greyfriars – murió el 14 de enero de 1872 – a la edad de 16 años – Que su lealtad y devoción sirva de lección para todos nosotros.”
Varios grupos ofrecen rutas guiadas a Kirkyard, como por ejemplo el Greyfriars Bobby Walking Theatre y el Greyfriars Kirkyard Trust.
Existe una ciudad en Escocia que no es como ninguna otra, una ciudad apodada la Atenas del Norte.
Hablo de Edimburgo, claro está.
Durante siglos, Edimburgo ha sido uno de los centros más importantes de desarrollo de las artes, la cultura y la literatura de Gran Bretaña y Europa en general.
Para muchos, yo incluído, la capital escocesa es la ciudad más bella de Europa. La Llaman “la Atenas del Norte”, pero habiendo estado en ambas ciudades, debo decir que dicho apelativo no le hace justicia a la belleza de Dun Edin.
Los edificios medievales imposiblemente altos, callejuelas sombrías y viejas iglesias góticas del Old Town se asoman en cada rincón como fantasmas oscuros y delgados, transportando a todo aquel que visita la ciudad a tiempos ya pasados.
Llamarse la “Atenas del Norte” tiene un precio.
Para llegar a la altura de una ciudad con una sombra tan alargada, Edimurgo intentó impresionar al mundo construyendo una réplica exacta del Partenón de Atenas como monumento al orgullo nacional. La faraónica obra empezaría a construirse en 1826. Pasados tres años, el presupuesto se había acabado y la construcción se tuvo que detener. Cuenta la leyenda que la ciudad de Glasgow, que por aquel entonces era muy próspera, se ofreció a financiar la finalización del edificio, pero los dirigentes de Edimburgo se negaron a que su eterna rival pagase su monumento.
Y claro, la ciudad también tiene al perrito Bobby, el protagonista de una de esas historias que te tocan. Cuenta la leyenda de Bobby, que el pequeño y fiel terrier pasó catorce años cuidando la tumba de su amo muerto.
Cuando Bobby murió, se le enterró cerca de su dueño, en la puerta del cementerio de Greyfriars.
Muchos años más tarde, para inmortalizar la lealtad del pequeño perro, la ciudad erigió, en el mismo lugar, un monumento a Bobby.
La ciudad está repleta de detalles arquitectónicos y ornamentales que la haces aún más bella.
También están los cementerios. Muchas ciudades tienen un cementerio famoso. En Edimburgo hay al menos cuatro.
A menos de dos kilómetros del Castillo de Edimburgo, encontramos Arthur’s Seat, una montaña de trescientos metros ubicada en medio de la ciudad. Desde aquí se aprecian impresionantes vistas de Edimburgo y sus alrededores.
Alojamiento: Descubre las mejores zonas y hoteles donde dormir en Edimburgo con esta guía de alojamiento.
Tanto la estatua como la tumba de Bobby se han convertido en monumentos de la ciudad que atraen a visitantes y curiosos y es muy común encontrar ofrendas varias (juguetes para perro, galletas o pienso) en la tumba del perro más querido de Edimburgo.
Que fuerte ! no sabia que han girado la estatua para que el restaurante salga en las fotos!
Aunque conocía bien la historia, había algún dato que no sabía.No deja de asombrarme la fidelidad de algunos animales con sus dueños.Nosotros realizamos un entrada sobre el cementerio donde está enterrado en la que también hablamos de Bobby y su historia. Te invito a visitarla: http://angelesdescarnados.blogspot.com/2010/08/greyfriars-kirkyard-edimburgo.html