La Lonely Planet fue mi salvación.
Creo que he perdido la cuenta de las veces en las que los consejos de las guias de viaje me han abierto los ojos y salvado de situaciones incómodas y/o peligrosas.
Por muy experimentado que sea un viajero y sin importar cuánto haya preparado el viaje, siempre habrá momentos en los que la falta de conocimiento de las costumbres locales le impidan ver los signos de que una situación fea se avecina.
En el tren entre Agra y Jaipur leí sobre el tema: A los turistas se les acerca un vendedor de joyas que los convence para comprarle mercancía y posteriormente llevarla a su país de origen en su equipaje, evitando así pagar impuestos de importación. Una vez en el aeropuerto de destino, un socio del joyero indio estará esperando para re-comprar las gemas por un valor tres veces mayor al pagado por el turista. Vamos, el negocio perfecto, una forma fácil de recuperar el dinero invertido en el viaje, si no fuera por el pequeño detalle de que es un timo como una casa. Al llegar al destino, el turista se encuentra con que el socio no existe y las gemas, por las que pagó 700 euros o más, no valen nada.
Al principio no lo ví venir. Había “contratado” a dos conductores de rickshaw para que me llevaran por la ciudad, ya que mi hotel estaba ubicado en las afueras del centro. Llevaba dos días ya en Jaipur y los conductores parecían ser los tipos más agradables del mundo, hablaban un inglés casi perfecto y me llevaban a lugares fuera del recorrido típico de los turistas.
Las alarmas saltaron cuando a mi tercer día en la ciudad el templo que quería visitar estaba sospechosamente cerrado hasta las 4 de la tarde, para hacer tiempo me propusieron ir a tomar un chai en un hotel cercano ya que el “primo” de uno de ellos estaba de paso en la ciudad.
Llegamos a uno de los hoteles más famosos de la ciudad, subimos a la terraza y efectivamente, allí se encontraba sentado en una mesa el famoso primo.
Los conductores nos presentaron a Raj, un par de anillos de oro brillaban en sus dedos. Tenía Piel muy oscura, bigote, complexión gruesa y dientes amarillos, iba vestido de forma elegante, casi forzada; a leguas se podía ver que quería aparentar tener una posición social que no le pertenecía.
–Hello -dijo Raj.
-Namasté -contesté yo, imaginando ya por dónde irían los tiros.
La reunión duró unos diez minutos, yo ya había pedido mi té y había que acabarlo. Sabiendo lo que pasaba decidí seguirle el juego, total, al té invitaba él y estábamos en un lugar público. Durante el tiempo que estuvimos en la tetería, Raj me comentó que era joyero, que trabajaba con tiendas como Tiffany’s y que tenía la sede de su empresa en Indianápolis, con una sucursal en Ámsterdam y me preguntó si sabía dónde estaba Bruselas.
Después de su introducción me preguntó, como el que no quiere la cosa, mi profesión, mi destino final una vez saliese de la India, mi aerolínea y mis lugares de escala durante la vuelta de mi viaje. No tardó mucho en indicar, casi amargamente, que en la India es difícil encontrar gente de confianza para hacer negocios y expandir su “imperio” multinacional.
_En España, ¿se puede fiar uno de la gente?
-¿Qué quieres decir?
-Es que en la India, verás, es complicado encontrar personas con las que se pueda trabajar, todos quieren timarte.
-¡Ni que lo digas!, aunque la gente que he conocido en la India han sido muy majos.
-Ah, ¿conoces indios?
-Sí, de hecho en mi próxima parada en Bombay me quedaré con un amigo indio -mentí descaradamente -, me quedaré en su casa.
-¿Con amigo indio? ¿y que hace tu amigo?
-Su padre trabaja en el Ministerio del Interior de la India, unidad anti-fraudes, me parece, tiene varias unidades de la policía a su cargo. Vive en una casa inmensa en North Bombay.
No sé si Raj se tragó mi historia o si leyó entre líneas que me había dado cuenta de lo que tramaba y lo estaba vacilando. Pero el semblante le cambió repentinamente. Me disculpé para ir al servicio y a la vuelta les comuniqué a mis conductores que tenía algo de Delhi-belly (indisposición estomacal común en los viajeros que van a India) y que quería irme al hotel.
A las dos de la tarde busqué otro conductor y me fui al templo. Estaba abierto.
Hola Luis! Menuda historia no? Pero la solucionaste bastante bien. Hay que estar siempre alerta cuando estás de viaje.
Estoy preparando una red social de viajes que va a ir enfocada sobre todo a que no nos timen viajando. Algo que creí muy importante en uno de mis viajes por Tailandia.
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Jajaja.. me pasó lo mismo en Kathmandu, en Thamel.Dos tipos en una pequeña tienducha. No sabía como sería el timo pero me dieron bastante mala espina y me largué. Creo que todavía tengo su tarjeta por algún lado
Jajaja.. me pasó lo mismo en Kathmandu, en Thamel.Dos tipos en una pequeña tienducha. No sabía como sería el timo pero me dieron bastante mala espina y me largué. Creo que todavía tengo su tarjeta por algún lado