Hay algunas historias que se quedan grabadas en tu mente aun cuando ha pasado tiempo desde que te las han contado.
Ese es precisamente el caso de la hsitoria de Burke y Hare, los ladrones-de-cadáveres-barra-asesinos-en-serie victorianos más famosos de Edimburgo, y mira que los menos famosos son mayoría.
El robo de cadáveres, sin embargo, no es un invento de la era victoriana. Existen registros que se remontan a principios de los 1700 en los que se plasman hurtos de cuerpos frescos que más adelante serían diseccionados en las mesas de las Edinburgh Medical Schools. Sin embargo, fue con el auge del estudio de la anatomía del siglo XIX cuando se hizo patente que un cuerpo de algún criminal ejecutado al año no iba a ser suficiente para el creciente número de estudiantes de medicina.
Con el auge de los colegiados en medicina, que asistían por cientos a las disecciones que practicaban anatomistas como el célebre doctor Knox en el Surgeons Hall, también llegó el auge de los body snatchers o ladrones de cadáveres, que eran tan buenos en su trabajo que se ganaron el apodo de “los resurreccionistas”
El hurto de cuerpos era tan salvaje que algunos cementerios de la ciudad tuvieron que erigir vallas altas y torres de vigilancia. Además, las tumbas fueron protegidas con muros internos y rejas de metal para evitar la exhumación forzada de sus “habitantes”.
Con la creciente demanda por parte de las escuelas de medicina y la dificultad de obtener cuerpos frescos que la satisficiesen, Burke y Hare idearon un plan aún más siniestro para satisfacer las necesidades de las escuelas de medicina.
Existe una ciudad en Escocia que no es como ninguna otra, una ciudad apodada la Atenas del Norte.
Hablo de Edimburgo, claro está.
Durante siglos, Edimburgo ha sido uno de los centros más importantes de desarrollo de las artes, la cultura y la literatura de Gran Bretaña y Europa en general.
Para muchos, yo incluído, la capital escocesa es la ciudad más bella de Europa. La Llaman “la Atenas del Norte”, pero habiendo estado en ambas ciudades, debo decir que dicho apelativo no le hace justicia a la belleza de Dun Edin.
Los edificios medievales imposiblemente altos, callejuelas sombrías y viejas iglesias góticas del Old Town se asoman en cada rincón como fantasmas oscuros y delgados, transportando a todo aquel que visita la ciudad a tiempos ya pasados.
Llamarse la “Atenas del Norte” tiene un precio.
Para llegar a la altura de una ciudad con una sombra tan alargada, Edimurgo intentó impresionar al mundo construyendo una réplica exacta del Partenón de Atenas como monumento al orgullo nacional. La faraónica obra empezaría a construirse en 1826. Pasados tres años, el presupuesto se había acabado y la construcción se tuvo que detener. Cuenta la leyenda que la ciudad de Glasgow, que por aquel entonces era muy próspera, se ofreció a financiar la finalización del edificio, pero los dirigentes de Edimburgo se negaron a que su eterna rival pagase su monumento.
Y claro, la ciudad también tiene al perrito Bobby, el protagonista de una de esas historias que te tocan. Cuenta la leyenda de Bobby, que el pequeño y fiel terrier pasó catorce años cuidando la tumba de su amo muerto.
Cuando Bobby murió, se le enterró cerca de su dueño, en la puerta del cementerio de Greyfriars.
Muchos años más tarde, para inmortalizar la lealtad del pequeño perro, la ciudad erigió, en el mismo lugar, un monumento a Bobby.
La ciudad está repleta de detalles arquitectónicos y ornamentales que la haces aún más bella.
También están los cementerios. Muchas ciudades tienen un cementerio famoso. En Edimburgo hay al menos cuatro.
A menos de dos kilómetros del Castillo de Edimburgo, encontramos Arthur’s Seat, una montaña de trescientos metros ubicada en medio de la ciudad. Desde aquí se aprecian impresionantes vistas de Edimburgo y sus alrededores.
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William Burke y William Hare eran dos inmigrantes irlandesde llegados del Ulster para trabajar como obreros en la contrucción del New Union Canal. Aunque de día daban la apariencia de hombres trabajadores, por la noche daban rienda suelta a su profesión más rentable y siniestra de ladrones de tumbas y asesinos en serie. Sus víctimas eran escogidas generalmente de entre la escoria del Old Town de Edimburgo, gente a la que nadie echaría de menos. Solían merodear cerca de posadas, como la de White Hart en Grassmarket, donde cazaban víctimas potenciales a las que posteriormente daban muerte mediante una forma de estrangulamiento de invención propia (para no dañar el cuerpo). Se dice que luego se las vendían al doctor Knox, quien las compraba sin hacer preguntas y luego las diseccionaba en sus clases.
Su último “trabajo” consistió en el asesinato de la señora Docherty, otra inmigrante irlandesa que Burke conoció en una tienda y cuyo cuerpo fue encontrado al día siguiente debajo de un colchón de paja en una posada.
Se cree que William Burke y William Hare fueron responsables de la muerte de entre trece y treinta personas, si bien Burke fue el único procesado. Hare acabó declarando contra él en el juicio por la muerte de la señora Docherty. Burke fue ejecutado el 28 de enero de 1829 en el Grassmarket, frente a multitud de asistentes. Nunca se presentaron cargos contra el doctor Knox como receptor de los cadáveres y se cuenta que William Hare murió en la mendicidad en Londres en 1858.
En un giro muy irónico de la historia, el cuerpo de William Burke fue donado a la escuela de medicina para practicarle lo que llamaban una una “disección útil”. Su esqueleto sigue a la vista en la University Medical School. Con su piel se forró además un libro que puede verse en el Police Museum en la Royal Mile.
falta poco! in two weeks I’ll be in Edinburgh http://t.co/88z31bfC