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Subir a Huayna Picchu, la hermana pequeña de Machu Picchu

La cima del Huayna Picchu

La temporada lluviosa había llegado al , y con ella las brumas y neblinas de altura se habían instalado a perpetuidad en las laderas de las montañas.

El día anterior, al visitar Machu Picchu, nos llovió. No torrencialmente, más bien era una lluvia típica londinense de esta que moja pero no. Hoy parecía diferente.

La lluvia de hoy era un aguacero propiamente dicho. De hecho, el río Sagrado que discurría frente a nuestro hotel ya parecía bastante inquieto antes de que saliésemos dirección al Huayna Picchu.

Los ríos sagrados los carga el diablo.

Al final subimos y pasamos el torniquete de entrada al complejo arqueológico por segunda vez en dos días. Huayna Picchu se encontraba a diez minutos de allí.

Huayna Picchu es, para que nos entendamos, la montaña redondeada que aparece detrás de la típica estampa del . De hecho, el significado del nombre Huayna (o Wayna) Picchu es “montaña joven”, en contraposición a su hermana mayor, el Machu Picchu o “montaña vieja”.

El Huayna Picchu es la montaña del fondo

El programa original del viaje que nos pasó nuestro patrocinador, Lan Airlines, no incluía la subida a la montaña. Fue Pau, la mente detrás del blog de elPachinko.com, quien nos lió convenció para subir los cuatrocientos metros de piedra, lodo y vegetación y disfrutar de las mejores vistas del Machu Picchu.

Pero no nos adelantemos, que aún no hemos llegado a las puertas del Wayna, que se encuentran en el extremo opuesto del complejo arqueológico.

La niebla impide ver el Huayna Picchu, que está al fondo
El Huayna está al fondo, pero no se ve por la niebla

Las autoridades peruanas restringieron hace unos años el acceso a la montaña para evitar el deterioro de su frágil ecosistema. Por este motivo, cuando se adquieren las entradas para subir, se asigna una hora de entrada. En principio, si no estás ahí a la hora de entrada, la pierdes. De esto nos acordamos a medio camino y tras ver a varios grupos de gente corriendo para llegar a la hora. En plena vorágine y bajo una lluvia bastante intensa, nos dimos prisa para llegar al acceso. Afortunadamente pudimos entrar, no sin antes alegrarnos de haber visitado Machu Picchu el día anterior en vez de hoy. Las nubes impedían ver a más de 200m.

Después de entregar el ticket y apuntar tu nombre, tu edad y tu nacionalidad en una libreta gigante, empieza la verdadera aventura, subir al Huayna Picchu.

Los caminos que conducen a la cima empiezan con una dificultad bastante baja, el lodo y las rocas apenas dificultan el camino y todo parece pan comido. No hace falta mucho tiempo de caminata para empezar a apreciar la belleza del bosque tropical que envuelve esta zona.

Brumas y vegetación

Todo el entorno parece creado en un ordenador de algún estudio de Hollywood. Probablemente la sensación de extrañeza se exacerbaba por las nieblas invernales que rodeaban los barrancos, pero en cualquier momento esperaba que algún personaje azul saltara de detrás de un árbol al más puro estilo Avatar.

¿Pandora o ?

A medida que ascendíamos, el grupo en el que viajaba se dispersó. A los más rápidos, Diego y Pau, no los volví a ver hasta la cima, Esther y Marulia continuaron a buen paso por delante y Vicky y yo intentábamos mantenernos en la carrera a un paso lento pero seguro.

Algo que no he mencionado es que la base del Wayna Picchu se encuentra a unos 2500 metros de altura y la montaña en sí presenta un ascenso de unos 300 metros adicionales.

Una elevada altitud provoca que el aire tenga menos oxígeno, lo que produce mareos, cansancio y dolor de cabeza, si sumamos a este factor el esfuerzo físico que supone la subida, tenemos una caminata de una dificultad considerable si no eres un senderista experimentado o estás en muy buena forma física.

Punto geodésico

Vicky y yo seguimos nuestra andanza hasta llegar a una bifurcación del camino en la que decidimos plantarnos. La visibilidad era prácticamente nula y el ascenso empezaba a hacerse más complicado.

Nos encontramos con Esther y Marulia que estaban descansando y les avisamos que nosotros bajábamos. Yo lo hacía en parte por cansancio y desgana y en parte por no dejar a Vicky sola (aunque está demostrado que esa mujer todoterreno está hecha de titanio).

Después de descansar unos minutos y charlar con Marulia, Esther y un par de chicas chilenas que se encontraban en un dilema parecido, decidí continuar hacia la cima, mientras que Vicky volvía a la base con una de las chilenas para esperarnos en la cafetería.

No habían pasado tres minutos cuando me empecé a arrepentir de haber continuado.

El terreno ya no era un camino sinuoso y pantanoso, sino una continuación de paredes de piedra mojada en las que había que escalar, a veces ayudados con cuerdas, a veces a mano limpia, para ascender.

Al final se llega a una especie de mirador. Digo “una especie” ya que no había nada que ver, las nubes lo cubrían todo.

Machu Picchu nublado

Nos sentamos, bebimos agua y esperamos. Tras unos minutos, el tiempo nos sonrió, la bruma se dispersó y podimos verlo, majestuoso en la distancia, Macchu Picchu.

Machu Picchu en blanco y negro

Pero el mirador no era el final del recorrido. Más arriba había aún cosas por descubrir, como una casa de época inca cerca de otro pequeño mirador con menos gente. Desde aquí el tiempo fue aún más clemente con nosotros, a pesar de la presencia de unas cuantas nubes, pudimos sentarnos y apreciar el Macchu Picchu a nuestros pies.

La cima del Huayna Picchu

Marulia aprovechó el momento para tener un encuentro con la naturaleza, o al menos lo intentó.

Tras unos minutos de contemplación y nirvana, nos dispusimos a bajar. Pero tanta compenetración natural no le sentó muy bien a Marulia, que tuvo mal de altura durante buena parte del descenso.

Un par de caramelos de coca más tarde, estábamos listos para volver a la base.

Volvimos desandando el camino andado mientras Esther y Marulia cantaban canciones de girl scouts, sí, no preguntéis.

A la llegada a las puertas tuvimos que firmar en el libro conforme habíamos salido, no fuese que alguien se quedase atrapado en el bosque. Tras comprobar que Vicky, Pau y Diego ya habían vuelto, nos dirigimos a su encuentro.

La prueba de que llegué hasta el final

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Soy Luis Cicerone, creador de xixerone.com y viajero incansable. Mis pasiones, además de recorrer el mundo, incluyen los gatos, la comida, las series y la arquitectura.