Visité Polignano durante mi viaje a Puglia de las Navidades pasadas. Mi objetivo no era precisamente descubrir lugares magníficos ni explorar las maravillas escondidas, que son abundantes, en esta región dejada de lado por los recorridos más clásicos de la península itálica. Mi objetivo inmediato era el de pasar las fiestas decembrinas con mi familia, descubrir lugares como Polignano fue un bonus añadido.
Pero como no podía ser de otra forma, estas vacaciones, en las que sólo esperaba escapar de la euforia navideña artificial de Barcelona y refugiarme en tierras más amistosas (a poder ser disfrutando de copiosa comida típica italiana), se convirtieron en algo más que eso y acabé descubriendo (o redescubriendo) sitios como Bari o Matera.
El pueblo originario de mi familia es Capurso, una pequeña localidad dormitorio ubicada muy cerca de Bari. Como eran las fiestas navideñas, mi primo Ciro tenía tiempo libre para andare in giro conmigo. Afortunadamente Ciro contaba, además de con tiempo, con un coche, ya que moverse en transporte público en Puglia no es nada fácil.
Así pues, en uno de estos paseos vespertinos, con el estómago más que lleno y ganas de dar una vuelta, fuimos a ver Polignano a Mare.
En vez de tomar la autovía decidimos hacer nuestro recorrido por carreteras secundarias que bordean las costas del Adriático. Las espectaculares vistas acompañaban una conversación agradable a pesar de mi italiano forzado (salpicado por ingentes cantidades de itañol, inglés y catalán).
El sol se ponía y había que aprovechar la poca luz que quedaba. Al fin llegamos a Polignano y aparcamos justo en las afueras del casco histórico.
Polignano a Mare nos recibía con los brazos abiertos, o al menos la estatua del cantautor e hijo predilecto de la ciudad Domenico Modugno lo hacía.
A los más mayores de mis lectores seguro que os suena el Modugno, ganador del festival de Sanremo de 1958 y tercer lugar en el festival de Eurovisión del mismo año.
Penso che un sogno così
non ritorni mai più,
mi dipingevo le mani
e la faccia di blu,
poi d’improvviso venivo
dal vento rapito,
e incominciavo a volare
nel cielo infinito.
Con estos hermosos versos empieza la canción Nel blu dipinto di blu, que a lo mejor conozcas como “Volare” y que en España presume del (¿dudoso?) honor de contar con un cover de los Gypsy Kings.
El título de la canción (la de Modugno, digo) podría traducirse al castellano como “En el azul pintado de azul”.
Pero en los atardeceres invernales de Polignano a Mare, el azul, más que de azul, se pinta de naranja, de amarillo, de púrpura y de rosa.
Y es que hay algo mágico en esos atardeceres adriáticos, en esos pueblos medievales pintados de blanco que se asoman insolentes al mar.
Con sus calles retorcidas, pequeñas iglesias y construcciones de piedra, Polignano a Mare es una ciudad amable. El que antaño fuera un pueblo de pescadores vive ahora del turismo (mayoritariamente italiano) que acude a este enclave a admirar sus impresionantes acantilados y sus pintorescas grutas.
Pero en invierno, cuando las manadas turísticas pastan en otras praderas, el casco histórico de Polignano es casi un pueblo fantasma en el que es posible perderse sin encontrar a nadie en sus calles.
Este pequeño enclave pugliense condensa en su serena belleza el alma del Adriático más puro.
« Volare… oh oh… cantare… oh oh oh oh… nel blu, dipinto di blu, felice di stare lassù. »
Y yo feliz de estar aquí.
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Trabajo con el escultor y creador de la escultura, se llama Hermann Mejer, vive en Italia y es muy talentoso. No dejen de ver sus trabajos en http://www.hermannmejer.com/volare/
Se le ve un sito tranquilo.
No siempre hay que optar por los sitios más “populares”.
Gracias por la información. Habrá que tenerlo en cuenta.
Un saludo.