¿Alguna vez un lugar en el que has estado durante menos de media hora te ha enamorado?
Se suponía que la parada de Písac iba a ser un visto y no visto, un pequeño paréntesis antes de proseguir nuestro camino a Ollantaytambo para visitar las ruinas incas. Písac también tiene ruinas incas, pero el tiempo apremiaba y no daba tiempo de abarcarlo todo.
Nuestra guía fue clara: “veinte minutos para ver el mercado y nos vemos aquí para proseguir la marcha”. Se abrieron las puertas de la furgoneta como si fuese el pistoletazo de salida de una carrera. Veinte minutos para vivir el lugar.
– Saca la cámara, Luis. ¡Corre!
Pero a medida que me adentraba en el mercado que hacía al pequeño poblado de Písac tan célebre entre los mochileros y turistas de todo el mundo, noté que algo sucedía con mi reloj perceptivo.
Písac está congelado en el tiempo.
Y qué importa si los autobuses con turistas americanos no paran de llegar a la plaza de su mercado, si los que fueren vendedores de frutas ahora venden plata y souvenirs. Qué más da si las jovenzuelas vestidas con traje tradicional se sientan junto al parking de los gringos para sacarse unas monedas.
Yo saqué mi cámara y disparé.
Después de una breve inspección del mercado, tras la cual tuve la corazonada (convertida luego en certeza) de que plazas así las vería a tutiplén en mi estancia en Perú, me adentré en las calles del pueblo.
Veinte metros bastaron para que los turistas desaparecieran, veinte metros y estaba en un pequeño pueblo de Perú, con sus abuelas y sus señores, sus niños y sus perros.
Y veinte minutos bastaron.
Písac, Perú – Un mercado y un pueblo http://t.co/X8rqcl20
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Me encanta este tipo de lugares. Las fotos son muy buenas y la del niño es muy entrañable. Enhorabuena, xixerone!
Hicimos bien de pasar del mercado e ir a por el pueblo, qué pena no haber tenido más tiempo.