Este es un post invitado por parte de Irene de Mundoturístico.es.
Desde hace dos años, no suele faltar en mis vacaciones un viaje en furgoneta. Este medio de transporte, con el mueble necesario para poder dormir, permite un tipo de viaje muy flexible, donde la ruta no está nunca del todo establecida. Y cuando he tenido que decidir destino siempre me he decantado por Francia. Además de ser el país más turístico del mundo (con ello, podemos dar por sentado que hay muchas cosas que visitar; y así es), tiene bastante cultura de viajes en carretera, servicios para este tipo de turista y sabe tratar con mimo, mucho mimo, sus espacios públicos.
Mis dos viajes han sido por la costa, aunque en algunos momentos, nos desviábamos al interior para visitar lugares; el primero, por toda la costa oriental francesa; y el segundo, por la occidental, parando sobre todo en Las Landas y en la Bretaña francesa.
Pueblos bonitos
Se mire por donde se mire, Francia está repleta de pueblos bonitos. Esto es muy importante porque al viajar en carretera lo mejor es huir de las grandes ciudades y visitar localidades más abarcables. El año pasado, que era la primera vez que hacía un viaje de este tipo, cambié la ruta por completo cuando conocí a un viajero francés en Roses, que me habló de pueblos mucho más aconsejables que las ciudades que llevaba apuntadas.
Así, cambié grandes ciudades como Avignon o Marsella por pueblos geniales como Colliure, Gruissan, Saint-Guilhem-le-Désert, Arlés (un poco más grande), Saint-Rémy-de-Provence o Carcassonne.
Decorarlos con flores, que muchos de estos pueblos lucen habitualmente, también ayuda a que uno idealice estos lugares.
En este sentido, la Bretaña francesa es un gran seguro. Esta zona cuenta con varios pueblos que parece que se han quedado retenidos en la Edad Media y dan sensación, visitándolos, de un viaje en el tiempo. Rochefort en Terre, Josselin, Dinan o Locronan son algunos de los ejemplos. Totalmente recomendables.
Francia no es excesivamente cara
Aunque pudiera parecer lo contrario, Francia no es excesivamente cara (claro que todo depende del lugar que elijamos). El precio de los campings casi nunca es abusivo, además de que por otra parte muchos pueblos cuentan con campings municipales a un precio inmejorable. Los precios de los peajes tampoco suelen excederse; la Bretaña francesa, por ejemplo, cuenta con un buen sistema de carreteras donde no se paga nada en absoluto. Por último, hay restaurantes a precio muy asequible, además de que en este tipo de viaje se puede comer al aire libre y en Francia hay muchas zonas habilitadas para ello.
Muchos “compañeros”
Compañeros (definición propia): Dícese de las personas que tienen una afición común –generalmente minoritaria- y que la llevan a cabo al mismo tiempo, haciendo grupo.
Como ya adelanté, en Francia hay mucha cultura del camping y de viajar en furgoneta o autocaravana. Bien porque tienen más capacidad económica para comprarse estos vehículos -¡algunos parecen verdaderos autobuses!-, bien por costumbre, uno se siente más cómodo viendo cierto ambiente en los sitios que está. Y también, si es miedoso -¡lo confieso!- más seguro.
Por ejemplo, este año, en la costa bretona, al ver muchas autocaravanas y furgonetas hacían noche en los parkings de las playas, decidimos rápidamente unirnos. Yo me sentía más segura al estar rodeada de “compañeros”.
Las áreas de servicio
El concepto de área de servicio cambia en Francia, pues muchas de ellas son verdaderos espacios verdes donde apetece hacer picnic o incluso, pasar el día.
En los viajes en furgoneta o autocaravana, estas áreas se convertirán en obligados lugares de paso. Así que cuanto más bonitas, mejor.
Baños públicos
En los dos viajes que he hecho a Francia en furgoneta me ha sorprendido descubrir que en el país vecino hay baños públicos en muchas localidades y playas de la costa. Aunque en ciertos lugares el cuidado y limpieza dejan algo que desear (los menos, también sea dicho), me parece que esto es muy indicativo de cómo hacen allí las cosas. Las hacen muy bien.
Autoridades francesas, gracias.
Soy Irene, aunque suelo tener teorías sobre todo lo que me rodea, no sé con certeza por qué empezó a gustarme el mundo de los viajes. Supongo que me fui de mi pueblo a Madrid… y luego Madrid también se me quedó pequeño. Siempre he sido curiosa y deseo que llegue el día en que pueda sacar un billete sin vuelta. Hasta entonces, disfruto de las pocas vacaciones que tengo yendo a lugares distintos, con la máxima de cuanto más lejos mejor. Aunque disfruto de todo viaje, por pequeño que sea.
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