En el número 82 de la calle Divan Yolu de Estambul se encuentra la tumba del sultán Mahmut II.
Mahmut II, que reinó durante la primera mitad del siglo XIX pasaría a la posteridad por dos cosas, la primera, acabar con los Jenízaros, una élite del ejército otomano que con el tiempo había acumulado inmensas cantidades de riqueza y poder; y la segunda, haber sido el orgulloso progenitor de veinticinco vástagos, doce hijos y trece hijas.
La mayor parte de su abundante descendencia se encuentra enterrada junto a él en el mausoleo central del camposanto y en el pequeño cementerio que lo circunda.
La ausencia de iconografía en el arte religioso musulmán (no está permitida la representación de seres humanos ni otros iconos religiosos) hace que los cementerios musulmanes sean, por lo general, muy austeros y simples si los comparamos con la teatralidad que encontramos en las necrópolis cristianas. Este hecho, lejos de ser algo negativo, los convierte en lugares donde reinan la paz y la tranquilidad en lugar de la angustia y el dolor.
El Mausoleo de Mahmut II se encuentra a escasos 500 metros de la Mezquita de Santa Sofía o de la Cisterna Basílica y es un remanso de calma en medio del caos del centro de Estambul.
Las tumbas alrededor del mausoleo principal albergan los restos de las familias nobles de la época de Mahmut II y a algunos miembros de su familia y sus cortes. Actualmente, sin embargo, existen otras criaturas vivas que han hecho de los recovecos que ofrecen las lápidas su hogar. Acostumbrado a ver gatos callejeros en todas las ciudades que visito, os puedo decir que no había visto uno tan bonito como el que encontré aquí, lo llamaremos “Ataturkitty”.
Como información adicional, deciros que dentro del cementerio existe una tetería. Al estar ubicada en ese lugar, son pocos los turistas que se quedan a tomar el té allí, por lo que es incluso más recomendable.
