Ni las tres tazas de té de coca que llevaba ya, ni el desayuno del que disfrutaba en el hotel de Aguas Calientes podían calmar mis nervios.
Había dormido poco la noche anterior, en mi mente no podía dejar de pensar que el día siguiente visitaría Machu Picchu. Las pocas veces que logré conciliar el sueño tuve pesadillas en las que no me sonaba la alarma y mis compañeros de viaje subían a la ciudad perdida sin mí. El estruendo del Urubamba, caudaloso río que pasaba a escasos metros del hotel y que estaba casi desbordado por las lluvias, no hacía mucho por ahuyentar mi insomnio.
Nunca he sido demasiado fan de visitar lugares “obligados”, esos que aparecen cada par de meses en los blogs de Condé Nast con títulos como “23.234 lugares para ver antes de tu octava reencarnación” o similar. Ni siquiera el Taj Mahal me había desvelado tanto. Pero con Machu Picchu era diferente. No sé por qué, sólo sé que lo era.
Antes de visitar atracciones de primer orden (por llamarlas de alguna manera) me preparo mentalmente para maravillarme, es una contradicción, lo sé. Planificar sentirte maravillado es algo así como la concursante al Miss Mundo que practica su cara de sorpresa frente al espejo, no vaya a ser que gane. Las batallas con el subconsciente son batallas perdidas.
Sin embargo hay una pequeña parte de mi mente, la cínica, que además se prepara para la decepción. Después de todo, las cosas rara vez son lo que esperamos de ellas, especialmente los lugares turísticos a los que su fama les precede.
Pero no, nada más lejos de la realidad. No hubo decepción, ni mal rollo, ni arrepentimientos; a lo mejor un poco de mal humor por tenerme que levantar a las 5 de la mañana, pero aparte de eso cero arrepentimientos.
Después de realizar el ascenso en bus, zigzagueando entre la selva a una velocidad que sacaría los colores a Hamilton, llegamos al Santuario.
El mal humor mañanero se esfumó casi inmediatamente. Estaba en Machu Picchu.
Cruzamos el control de seguridad y nos reunimos con nuestra guía. Anduvimos un poco a través de unas cuantas cuestas y escaleras y llegamos a una pequeña planicie en curva tras la cual se veía la ciudad inca de Machu Picchu.
Estábamos en plena temporada de lluvias y la montaña que se yergue detrás de las ruinas (Huayna Picchu) se encontraba prácticamente cubierta por las nubes.
Afortunadamente el tiempo cambia rápido en estas latitudes y al cabo de unos minutos, la nubosidad se despejó para dar paso a la majestuosidad en pleno esplendor de la Ciudad Perdida.
Subimos un poco más en dirección a la Puerta del Sol hasta llegar a una zona tranquila en la cual nuestra guía nos explicó la historia de la ciudad y su descubrimiento.
A decir verdad, yo estaba demasiado embelesado con las vistas de Machu Picchu en la distancia como para prestar demasiada atención a lo que se nos contaba. A juzgar por la cara de Vicky, ella se sentía igual.
La guía probablemente nos contó que Machu Picchu había sido descubierta en 1911 por Hiram Birham, un profesor de la Universidad de Yale que, buscando la ciudad sagrada de Vilcamba, última capital del Imperio Inca, oyó de la existencia de estas ruinas y se encontró con una ciudad perdida cubierta de vegetación y que no presentaba signos de haber sido pisada por los conquistadores españoles.
También nos diría que Birham despojó a la ciudad de todos los objetos de valor, incluyendo las momias, y las envió a los Estados Unidos, donde la mayoría de artefactos aún se encuentra. Probablemente en medio de la historia habría una explicación de cómo funcionaba la ciudad, sus terrazas agrícolas y los desaparecidos techos de paja de sus casas, de los que que sólo un par han sido reinstalados para que el visitante pueda imaginarse como lucían las viviendas en las que habitaban los locales y concluiría explicando que Machu Picchu nunca fue saqueada por los españoles ya que fue abandonada por los incas que sabían que para preservar su ciudad tenían que eliminar las huellas de su existencia.
La ciudad entera fue construida en torno a la armonía con la Pachamama (deificación inca de la Madre Naturaleza), y esa energía que desprende es casi tangible. De hecho, existen sitios específicos en la ciudad en las que los seguidores de las religiones alternativas han detectado puntos energéticos de gran fuerza.
No sé si la mística de la ciudad tuvo algo que ver, o si simplemente me encontraba abrumado por tener la fortuna de vivir la experiencia y visitar uno de los lugares más significativos del mundo. Pero, y esto viene de un escéptico convencido, ese día yo también sentí la energía de Machu Picchu.
Machu Picchu a través de los ojos de mis compañeros de viaje
Consejos para organizar un viaje a Cusco y Machu Picchu de Victoria.
Machu Pichu, viviendo el sueño de los incas de Pau.
Gracias de nuevo a los amigos de LAN Airlines por hacer mi viaje a Perú posible.
Hola, este post me ha fascinado y sin duda Perú sorprende a cada uno de sus visitantes, independientemente de la estación del año, es mucho más que Machu Picchu y estas cuatro visitas son ineludibles.
Para mas información lea nuestro Blog
Excelente guía, justo lo que necesitaba. Muchas gracias por tomarse el tiempo de explicar en detalle la experiencia.
Hermosa aventura, y las fotos creo que la reflejan perfectamente!
Te dejo el link de mi blog de viaje a Machu Picchu, para que lo veas. http://www.guiadeviajemachupicchu.com/
Me ha gustado mucho tu forma de contar tu experiencia. Buen relato y atmósfera perfecta para describir todo lo que representa.
Gracias Javi!
A mí me pasó lo mismo con Machu Picchu, sentí un embrujo que me envolvió y me hizo sentir una paz inmensa… Es un lugar mágico, un lugar inolvidable.
Saludos desde http://yoadoroviajar.blogspot.com
¡Increíble lugar! Me ha gustado mucho tu sinceridad. Está claro que cuando lees o te comentan que algo es “increíble, lo mejor o no puedes morir sin verlo”, te preparas un poco para la decepción…. ¡pero si merece la pena, pues merece la pena! Seguro que es un lugar del que vuelves sintiéndote afortunado por haber podido estar allí. =)
Mira si me ha dejado fascinado el Machu Picchu que aun hoy, luego de un año y medio casi, no he podido de terminar de encontrar las palabras para que reflejen de la forma mas fiel mis sensaciones y sentimientos. Un placer pasarme por aquí, te espero por el mío, abrazo!
De todos los blogs de viajes que sigo (que no son pocos) creo que me he leído todas las experiencias en Perú, y no se porque, se me había pasado esta. Me quedan 22 días para estar allí, así que ahora mismo me pongo con esta lectura pendiente.
Un saludo.
Sin duda, uno de nuestros grandes sueños aún por cumplir. A ver si hay suerte y, como ya han dicho otros por aquí, pronto nos podemos sacar la espinita :-)
Ya me imagino que por muy famoso que sea el Machu Piccchu no decepciona… tiene que ser un lugar increíble para visitar. Espero tener esa suerte algún día.
Un saludo,
Sonia
Gracias Sonia!
Imposible no sentir la energía de ese maravilloso lugar…
Increible Luis, las fotos tienen una atmosfera mágica…un lugar que tengo pendiente…a ver si pronto lo puedo conocer!!!
Gracias por la visita Joaquín!
Un lugar mágico como pocos, hasta los más escépticos sentimos la energía que desprende :D