En 1937 se celebraba en París la Exposición Internacional de las Artes y las Técnicas. Según la organización, la premisa sobre la cual se basaba esta exposición universal (la séptima que se llevaba a cabo en París) era la de:
…que el arte pueda procurar a cada uno, cualquiera que sea su condición social, una vida más cómoda, que ninguna incompatibilidad exista entre lo bello y lo útil, que el arte y la técnica deben estar indispensablemente unidos, puesto que si el progreso industrial se desarrolla bajo el signo del arte favorezca la expansión de los valores espirituales, patrimonio superior de la humanidad.
Se trataba de un evento muy complejo de organizar, tanto por la cantidad de países participantes como por la logística que la construcción de la zona que albergaría los pabellones comportaba. Las autoridades de la ciudad de París tuvieron que idear un plan urbanístico nuevo en los alrededores de la torre Eiffel, en el mismo lugar de la Exposición Universal de 1900.
De más está decir que en 1937, España estaba atravesando un mal momento económico y político, la Guerra Civil estaba en pleno apogeo y el Gobierno Republicano, en busca de ayudas internacionales, decide utilizar el pabellón español de la exposición para denunciar los crímenes de este conflicto fraticida. Para atraer la atención de las potencias aliadas y los medios de comunicación, se decide emplear a los grandes artistas de la época.
Para representar a la República Española, se construyó un edificio extremadamente sobrio, de forma paralelepípeda, con tres niveles comunicados mediante una escalera y una rampa, un guiño a las obras de Le Corbusier y un patio exterior con una lona móvil que hacía las veces de auditorio. Respetar el entorno natural y que fuera desmontable eran las premisas que se imponían en su diseño. Además, sus arquitectos Josep Lluís Sert y Luis Lacasa dispusieron de sólo cinco meses para finalizar la obra que acabaría siendo una oda al racionalismo utilitario.
Así pues, desde el punto de vista arquitectónico, el pabellón español era bastante austero y funcional, edificado con materiales pobres, con una construcción en seco. Estructura de acero, placas de fibrocemento y vidrios conforman la parte cubierta del recinto.
Pero mientras que el edificio tenía la función de un mero contenedor, su interior albergaba joyas de los artistas más grandes de la España de la época.
Las fachadas del edificio, tanto la que daba a la calle como la que encaraba el patio estaban cubiertas por lonas con montajes fotográficos de Luis Buñuel.
En el exterior del recinto, a modo de faro, se emplazó la escultura de Alberto Sánchez, “El pueblo español tiene un sueño en forma de estrella“. Otras obras del pabellón incluían la curiosa fuente de mercurio de Alexander Calder (originalmente concebida para publicitar las minas de mercurio de Almadén), la Montserrat del catalán Julio González, inspirada en la lucha de los campesinos y varias obras de Joan Miró.
El interior era una mezcla de paneles con foto-montajes que mostraban arte y cultura populares, propaganda e información, todo ello con un fondo reivindicativo y con la intención de denunciar la situación del país y los horrores de la guerra.
Sin embargo, la obra de arte por antonomasia del Pabellón de la República Española de 1937 es sin duda el magnífico Guernica de Picasso.
Pablo Picasso, sobrecogido por el bombardeo de la localidad vasca de Guernica en abril del mismo año, pintó un desgarrador mural que recibiría a los visitantes del pabellón y que posteriormente se convertiría en su obra más reconocida a nivel internacional.
La importancia de la obra de Picasso y su valor propagandístico fue tal, que se mandó a retirar una de las columnas de acero del pabellón para que no obstruyera la vista del mural.
Al acabar la exposición, el pabellón fue desmontado sin cumplir su función. Menos de dos años más tarde, el Gobierno Republicano es derrocado y sustituido por el régimen fascista de Francisco Franco.
Los arquitectos del pabellón, así como los artistas que colaboraron con él fueron perseguidos e inhabilitados para ejercer su profesión, teniendo que exiliarse.
Tras el desmantelamiento del pabellón, muchas de sus obras se perdieron y aquellas que sobreviven se han desperdigado y se encuentran expuestas en distintas ubicaciones.
Sin embargo, aún hoy es posible visitar una réplica casi exacta del exterior del pabellón, y es que, con la intención de devolverle su importancia, en 1992, el Ayuntamiento de Barcelona decidió reconstruir, en su zona alta, una copia del desaparecido pabellón, que posteriormente pasaría albergar la sede de la biblioteca del archivo de historia contemporánea, especializada en los archivos de la Guerra Civil Española (Avinguda del Cardenal Vidal i Barraquer, 34-36. Metro: Montbau – L3).
Sin movernos de Barcelona, pero cambiando de institución, es posible ver la Fuente de Mercurio de Alexander Calder en una sala especial de la Fundació Miró, en el Parque de Montjuïc.
Pero el plato fuerte del pabellón se conserva en la ciudad de Madrid, específicamente en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía.
En la entrada del museo que da hacia la calle de Santa Isabel podemos ver una copia de la obra “El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella” de Alberto Sánchez Pérez.
Dentro de la colección permanente del museo podemos encontrar también el Guernica de Picasso, obra alrededor de la cual se ha creado una exposición entera dedicada al arte de la Guerra Civil Española, con especial hincapié en el Pabellón Republicano de la expo del 37. En esta sala pueden contemplarse tanto maquetas como bocetos, fotografías y reproducciones de cómo fue gestado y de las obras que fueron exhibidas en el pabellón.
Deja una respuesta
Ver comentarios