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El Moisés de Miguelángel

Moisés de Miguelángel

Roma es una ciudad que está plagada de sitios espectaculares y posee una riqueza artística incomparable. Se podría decir que es, en sí misma, el museo más importante del mundo.

Y si bien la mayoría de los museos de Roma son de pago (y bastante caros, además) hay una forma gratuita de ver algunas de las obras más famosas del mundo de forma gratis, las iglesias.

Es el caso del Moises de Miguelángel, que se encuentra en la basílica de Sant Pietro in Vincoli, a unos pasos de la parada de metro Cavour.

Se trata del último de los proyectos llevados a cabo por Miguel Ángel para la tumba que el papa Julio II en 1506. El Papa quería que su mausoleo fuese digno de un rey y Miguel Ángel tenía planeada una cámara funeraria que sería una verdadera estructura arquitectónica, con estatuas de las figuras del Antiguo y Nuevo Testamento distribuidos en diferentes niveles.

En la parte superior, por encima de los demás, habría sólo una estatua de Julius y alrededor de él conjuntos alegóricos mostrando virtudes victoriosas sobre los vicios.

El proyecto fue modificado con frecuencia y para 1545 se había reducido a una pequeña parte del boceto original. Al final, debido a los recelos de los herederos papales, el monumento no fue instalado en el Vaticano sino en la pequeña iglesia de Sant Pietro in Vincoli, donde Julio II había sido cardenal.

Moisés de Michelangelo

Moisés es considerado el legislador bíblico, el encargado de traer el mensaje de los Diez Mandamientos al pueblo judío y de liderarlo, dividiendo las aguas del Mar Rojo, hacia Tierra Santa tras años de exilio en Egipto.

La estatua de Moisés es absolutamente magnífica. Se aposenta en el lado derecho de la, por lo demás anodina, iglesia mirando impasible hacia un lado mientras los cientos de turistas que vienen a verlo se amontonan para hacerle fotos.

De hecho, el mismísimo Sigmund Freud estudió la estatua durante tres semanas en 1913 para determinar qué efecto emocional provocaba la estatua y por qué resultaba tan irrestible a los ojos de todos los conocedores del arte.

Después de analizarla estatua, el psicólogo austríaco determinó que el poder encantador de la escultura residía en su “imagen de auto-control heróico”.

La representación que ejecutara Miguelángel del portador de los Diez Mandamientos es de todo menos típica. Muestra a un Moisés sentado, con las tablas de los mandamientos en la mano derecha y la mano izquierda en tensión, con las venas hinchadas como si estuviese a punto de realizar un movimiento violento. Lo vemos en el momento posterior al descenso del Monte Sinaí, después de ver a su pueblo venerando el Becerro Dorado (ídolo “falso” que habían creado). La ira del judío es casi palpable, traspasa las limitaciones de la piedra.

La estatua es pura ira contenida, es movimiento sin serlo.

Moisés de Miguelángel

La atracción que genera está probablemente relacionado con la perfección en la ejecución, ese realismo casi humano con el que está representado Moisés, su barba, el detalle de su cabello. Más impresionante aún es la energía que transmite, las venas de su brazo, la tensión de sus músculos, la expresión de rabia acentuada por los cuernos que sobresalen de su matojo de pelo que no parece hecho con un cincel.

Tiene una ligera reminiscencia a las representaciones clásicas de Zeus. Por momentos da la impresión de que se va a levantar de su trono para destrozar con sus puños todo lo que encuentre a su paso.

Moisés de Michelangelo
Soy Luis Cicerone, creador de xixerone.com y viajero incansable. Mis pasiones, además de recorrer el mundo, incluyen los gatos, la comida, las series y la arquitectura.