El Centro Histórico de Ciudad de México no solo es enorme en extensión, sino también en lo que a opciones de entretenimiento, vida nocturna y, sobre todo, gastronomia se refiere.
Al visitar la ciudad por primera vez, resulta abrumador para los más indecisos, como yo, escoger dónde comer entre tantas opciones. Puedes llegar a sentir que te estás perdiendo de algo (FOMO), o que el lugar elegido no fue la mejor opción.
Para estos casos, es recomendable reservar una caminata gastronómica, como los de Eat Mexico Tours, con platillos seleccionados por expertos, todos representativos del sabor mexicano.
Durante mi tiempo en CDMX (que fue más corto de lo que me hubiera gustado), tuve la oportunidad de ser parte de su tour por el Centro Histórico, una de las mejores zonas donde dormir en Ciudad de México.
Lo que diferencia a este recorrido de otros es que, mientras caminas a través de algunos de los puntos de interés más importantes de Ciudad de México, también es posible degustar recetas verdaderamente tradicionales y conocer a fondo la historia detrás de cada ingrediente.
Esta caminata captura la verdadera esencia de la capital mexicana al dejar de lado los restaurantes exclusivos para dar paso a los puestos de tacos callejeros, pulquerías que parecen sacadas de películas de Robert Rodriguez y mercaditos con un sinfín de ingredientes frescos.
El punto de encuentro del tour fue la torre Sears, un edificio emblemático ubicado frente a la Plaza de La Alameda y el Palacio de Bellas Artes. Una vez allí, Ubish (nuestro guía) nos dio la bienvenida en inglés, asegurándose que nadie fuera alérgico a los alimentos que se presentan en la ruta y haciendo una pregunta común de Ciudad de México: ¿Les gusta el picante?
Luego, empezamos a movernos hasta llegar a una tienda de café en granos que fue fundada en 1942 y, hoy en día, sigue ofreciendo una gran variedad de opciones para los amantes de la cafeína en su estado más puro, con un aroma que se puede percibir a metros de distancia.
A partir de allí, seguimos nuestro camino para detenernos en una marisquería donde nos recibieron con una “cura para la cruda” (resaca) que mezclaba diferentes tipos de pescado en una sopa estilo “vuelve a la vida” que me vino bastante bien para recuperarme de las cervezas de la noche anterior.
Continuamos probando recetas mexicanas con un agregado de mar. El primer plato fue una tostada con camarón y el segundo, que fue el más delicioso según mi humilde opinión, fue una quesadilla con cangrejo azul.
Como en cualquier establecimiento típico de México, podías escoger entre diferentes variedades de salsa (todas picantes, aunque en distinta medida) y, por supuesto, no podía faltar el limón.
Después de ese excelente inicio, mis expectativas con el tour alcanzaron un nivel elevado y me alegra admitir que no terminé decepcionado.
Antes de llegar a México, creía que el licor típico del país era el tequila, pero estaba errado. Tras dar por hecho que nos habíamos curado de la resaca, Ubish nos llevó a una cantina donde se sirve la bebida alcohólica más antigua de México: El pulque.
Este licor fermentado se extrae del Maguey (Agave) y tiene una textura viscosa por naturaleza. En Ciudad de México se acostumbra a agregarle sabores artificiales para hacerlo más provocativo para quienes no son fans de su sabor original.
En la pulquería (nombre que se da a las cantinas que solo sirven Pulque), probamos cuatro variedades de esta bebida, entre las cuales me quedaría con la de Celery (apio) si tuviera que escoger, aunque el Pulque no entra ni de cerca en el top de cosas que más disfruté en Ciudad de México.
Mercado de San Juan
Al dejar la pulquería y su rockola con éxitos mexicanos, nos acercamos a uno de los mercados más importantes de México, el Mercado de San Juan.
Este mercado tiene a la venta carne de animales que no imaginé fueran comestibles como zorrillo, así como otros que, al menos de momento, no deseo probar, entre esos jabalí y cocodrilo.
Al verme rodeado de tantas especies exóticas, me puse un poco nervioso, pero (para mi fortuna) no tuve que probar nada demasiado extraño.
Empezamos en un stand dedicado a la comida de Oaxaca con unos shots de Mezcal acompañados de rodajas de naranja y un toque de sal.
En este mismo stand probamos chocolate y chapulines (saltamontes) al limón. Para quienes no han comido chapulines antes, les aseguro que no saben mal y la sensación al masticarlos no es tan extraña como se podría pensar. Además, son muy ricos en proteínas, o eso me dijeron para convencerme.
Como es de esperarse, no podría faltar el picante, así que en un puesto del mercado degustamos distintos tipos de salsas que iban desde las que “picaban tantito” hasta las que te hacían llorar y sudar. La de chile Habanero, en particular, me dejó con sed por un par de horas.
En otro stand, nos sirvieron quesos de producción mexicana, empezando por el de sabor más neutro y terminando con el más intenso, todos con vino como bebida. Si bien México no es un país conocido por sus quesos, no tengo ninguna queja con respecto a los que probé, de hecho, no me molestaría agregar el último de la cata a mi dieta actual.
Para endulzarnos el paladar de una forma más saludable, llegamos a un puesto de frutas frescas, algunas conocidas como el mango y otras no tan mainstream como la pitaya, una fruta de sabor similar a la sandía, aunque más dulce y de un tono vibrante de rojo que no pasa desapercibido.
Después de las frutas, nos despedimos del mercado y seguimos caminando por el Centro Histórico de Ciudad de México. Nos detuvimos en una fábrica tradicional de tortillas, donde fuimos testigos del elaborado proceso que convierte a los granos de maíz en uno de los platos más característicos de la comida mexicana.
Un puesto callejero fue la siguiente parada, donde comimos o, mejor dicho, devoramos unos tlacoyos. Los tlacoyos son una clase de tortilla más gruesa que la regular y de forma ovalada, cubiertos con diferentes ingredientes, dependiendo de la región.
En este puesto nos atendió la adorable doña Rosa, quien me recordó a Coco de la película de Disney. Doña Rosa nos preparó tlacoyos de maíz azul con queso, salsa, nopales (un tipo de cactus comestible) y otros vegetales. Este punto del tour me pareció encantador no solo por sus deliciosos platos sino por la amabilidad de la familia que se encarga de atenderlos.
Ya a estas alturas del tour todos estábamos bastante llenos, pero aún quedaba un huequito por visitar.
Llegamos a una tienda de tacos “al pastor”, una mezcla de la comida del Medio Oriente con la mexicana, pues tanto su preparación como sus ingredientes y sazón recuerdan un poco a los shawarmas.
Estos tacos suelen ser más pequeños con los normales, por lo que se permite repetir y, créanme, van a querer repetir. Los tacos al pastor llevan lomo de cerdo marinado o ternera y se hacen en una estaca giratoria frente al fuego vertical, como se cocina por tradición en Turquía.
De esa manera, cerramos el tour con broche de oro y, aunque nos advirtieron llevar zapatos cómodos, luego de casi cuatro horas caminando, el cansancio se sentía.
Si bien se ha dicho (o escrito) mucho con respecto a la seguridad en el Centro Histórico de Ciudad de México, lo cierto es que no vivimos ningún tipo de percance durante el recorrido y nos atrevimos a fotografiar cada comida y monumento arquitectónico con el que nos topamos.
No olvides consultar el pronóstico del clima durante el día previo al tour para tomar las precauciones adecuadas y aprovechar al máximo la experiencia.
Agradecimientos: Esta crónica de gastronomía mexicana no habría sido posible sin la colaboración de nuestros amigos de Eat Mexico Tours.