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Mi aventura India parte V – en el Krishna-móvil

Taxi de New por mokastet en flickr

De acuerdo a la lonely planet, la única forma de llegar al centro de Delhi desde el aeropuerto era mediante taxis pre-pagados que se contrataban en una taquilla bastante cutre en la misma terminal. El coste de la carrera era de unas 450 rupias (9 Euros) por las que me daban un ticket sellado que habría de entregar al taxista una vez en destino. Los taxis se supone que esperan en las puertas del aeropuerto en un stand autorizado. En la práctica es muy diferente. Una vez despojado de la protección que brindan las Kalashnikov del ejército, la ley del más fuerte que impera en las calles indias se hace patente. Los taxistas, que no hacen filas indias, se pelean por arrancarte el ticket de las manos mientras te persiguen repitiendo la frase “taxi, taxi”. La insistencia de los conductores mezclada con el polvoriento calor de 42 grados hacen que me vaya con uno de ellos escogido al azar – posteriormente aprendería que las frases new taxi only y air-conditioned only me iban a ser más útiles de lo que planeaba –.

El taxi que me tocó era amarillo, de los años setenta u ochenta, y de modelo jandenawer; decorado con variopintas deidades que hacían del coche un colorido altar con ruedas y un caso agudo de horror vacui. No estaba seguro de que un armatoste de ese calibre pudiese andar más de 100 metros. Creedme, armatostes de este calibre andan a 100 metros por segundo.
Mi primera toma de contacto con la forma de conducir de los indios fue más emocionante de lo que me esperaba. Jamás pensé que existiera un sitio donde se condujese peor que en el sur de Italia, estaba equivocado. Muy equivocado.

Las carreteras indias son como ríos. Vehículos de distintos tamaños discurren fluidamente sin prestar la más mínima atención a las señales de tráfico. No hay señales de stop, y si las hay, nadie las ve. La única regla válida es la del “déjame que paso”. Si tu coche es más rápido que el de delante, simplemente haces sonar el claxon y el de delante aminora la marcha para que avances.

Para más información sobre cómo se conduce en la , he publicado unos consejos y directrices en clave de humor para conducir en la India.

Mientras mi barroco carruaje se menaba por los serpenteantes caminos que unen Nueva Delhi con el aeropuerto noté en uno de los cruces una curiosa estatua que me resultaba vagamente familiar. Al detenerse el taxi vi que se trataba nada más y nada menos que de Simón Bolívar y que el nombre de la calle era el Simon Bolivar Marg… ¡Sin palabras!

Después del paseo en taxi, el metro fue un alivio. Limpio, seguro y con aire acondicionado. El único inconveniente es que al ser Delhi una macrociudad de proporciones mastodónticas, el metro puede saturarse de gente en horas punta y pueden pasar hasta tres trenes hasta que se puedan abordar.

Tras cuarenta minutos de descanso suburbano llego a mi destino. O eso pensaba yo.

 

Otros Libros de la saga:

 

Mi aventura India Parte I

 

Mi aventura India parte II – o de cómo surgen las dudas

 

Mi aventura India Parte III – lo que Jet Airways se llevó

 

Mi aventura India parte IV – la Terminal

 

Mi aventura India ParteV – en el Krishna-móvil



 

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Soy Luis Cicerone, creador de xixerone.com y viajero incansable. Mis pasiones, además de recorrer el mundo, incluyen los gatos, la comida, las series y la arquitectura.